Manos Unidas con Haití, diez años después del terremoto
El 12 de enero de 2010 Haití sufría una de las peores catástrofes naturales de su historia. Una emergencia humanitaria de tal calibre que aun hoy este pequeño país caribeño intenta recuperarse de los daños causados.
Manos Unidas, que en aquellos momentos llevaba ya más de 30 años trabajando en la región, fue una de las oenegés que ofrecieron desde un primer momento ayuda de emergencia y, posteriormente, desarrolló diversos trabajos de reconstrucción de edificios e infraestructuras.
“No existe un sólo haitiano que no recuerde qué estaba haciendo la tarde del 12 de enero de 2010”, asegura Lucas Bolado, coordinador de proyectos de Manos Unidas en Haití. “Aquel día, un terremoto de intensidad 7,3 en la escala Richter, cambió para siempre la historia del país más pobre del hemisferio norte y dejó a su paso 300.000 muertos, 400.000 heridos y un millón y medio de personas sin hogar”, recuerda.
La respuesta solidaria a nivel mundial fue comparable, según Bolado, a la que se produjo seis años antes tras el tsunami que arrasó gran parte del sudeste asiático. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, “la magnitud del desastre, la falta de organización y la corrupción a todos los niveles no han logrado cambiar la fisonomía de un estado marcado por la pobreza, el hambre, la ausencia de infraestructuras, la migración de los jóvenes y la degradación ambiental”, se lamenta el coordinador de proyectos de Manos Unidas en Haití.
Por su parte, el doctor Sadrack Paulime, coordinador de proyectos de Concert Action (socio local de Manos Unidas), atribuye al caos y a la desorganización la falta de efectividad de la ayuda: “Las organizaciones internacionales llegaban sobre la marcha y por docenas, pero había una organización deficiente de la ayuda. Algunas personas podrían beneficiarse de ella varias veces, mientras que otras no eran atendidas. Las áreas alejadas tuvieron que esperar mucho tiempo antes de ser contactadas”, señala.
No obstante, el padre Fredy Elie, también socio local de Manos Unidas, destaca la labor de esta y otras oenegés que “marcan la diferencia, porque no sólo respondieron a la emergencia, sino que mantuvieron su apoyo posteriormente a proyectos productivos dirigidos a la autogestión, algo que el país necesita para salir algún día de la pobreza extrema”.
La ayuda ininterrumpida de la Iglesia
Manos Unidas puso en marcha proyectos de emergencia desde el mismo momento del seísmo y ha mantenido su compromiso de décadas con el país, focalizando el apoyo en los sectores productivos, educativos y sanitarios. Además, estuvo presente para socorrer a la población tras catástrofes como la ocasionada por el huracán Matthew en octubre de 2016.
En el actual contexto socioeconómico, Manos Unidas ha aprobado de forma apremiante dos intervenciones de emergencia humanitaria, centradas en la atención médica y en la seguridad alimentaria. “Se trata de acciones puntuales que deben acompañarse por procesos de desarrollo sostenible diseñados y gestionados por los propios haitianos y defendidos por una comunidad internacional que sepa comprometerse con la estabilidad y la paz en Haití”, puntualiza Bolado.
Entre enero de 2010 y diciembre de 2019, la oenegé católica ha aprobado en Haití 157 proyectos por importe de 12.665.627,47 euros. De ellos, 46 proyectos, por importe de 4.125.063,54 euros, se destinaron a la emergencia por el terremoto.
De Sevilla a Haití
Por su parte, la Archidiócesis de Sevilla ha colaborado con esta región caribeña en dos ocasiones durante la última década.
Lo hizo en 2013 con un proyecto para reconstruir y ampliar una escuela parroquial, por valor de 40.834 euros.
En Haití, más del 30 % de los niños entre 6 y 11 años no está escolarizado y en torno al 80 % de los colegios son privados. Por ello, resultaba imprescindible reconstruir la Escuela Parroquial Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Dupity, en el Departamento Nordeste del país. Un centro educativo que se puso a disposición de la población local desde 1970 y que tras el terremoto de 2010 sufrió grandes daños estructurales en su edificio principal.
Gracias a este proyecto se aseguró la estructura del edificio, se rehabilitaron cuatro aulas y se construyeron dos más, beneficiando a 600 personas de forma directa y más de dos mil indirectamente.
Más tarde, en 2016, Manos Unidas Sevilla también financió un proyecto para la capacitación y promoción de los derechos humanos en el país, dirigido por Jocelyne Colas, de la Comisión Episcopal Nacional de Justicia y Paz, una institución de voluntarios de la Iglesia Católica de Haití que desde hace más de 30 años trabaja en el ámbito de la promoción de la dignidad de las personas y sus derechos.
Este proyecto fortaleció durante 24 meses el trabajo en defensa de los derechos humanos de las 335 comisiones locales y parroquiales que tiene esta Comisión Episcopal en el país. Concretamente, se apoyó la realización de diez Asambleas diocesanas anuales, 20 Asambleas generales y 40 encuentros diocesanos; se mejoró el funcionamiento de los equipos de coordinación, se ofreció formación a sus miembros y se acompañó a las víctimas “de grandes injusticias”, entre otras acciones. De este modo, gracias a este proyecto, cifrado en más de 130.000 euros, se beneficiaron de forma directa 1.440 personas e indirectamente más de cinco mil.
Más testimonios de socios locales de Manos Unidas. El terremoto en Haití, diez años después
Imagen: Manos Unidas