María Auxiliadora, Iglesia del Carmen (Utrera)
El pasado domingo celebrábamos la fiesta de María Auxiliadora, devoción muy querida en nuestra Archidiócesis gracias a la gran labor educativa y social de los Salesianos. La advocación de María como Auxiliadora del Pueblo de Dios es muy antigua; ya San Juan Crisóstomo en el siglo IV la invoca con este título que San Pío V incluyó en las letanías en agradecimiento por la victoria de Lepanto en 1572.
La primera fundación de los Salesianos en España fue la de Utrera en 1881 solicitada por el Cardenal Lluch a Don Bosco. Cuatro años más tarde, en 1885, llega la imagen de María Auxiliadora procedente de Marsella, enviada y bendecida por el propio San Juan Bosco, siendo por tanto la primera imagen de esta devoción que recibió culto en nuestro país. Ante Ella se cantó por vez primera el “Rendidos a tus plantas”, escrito por el entonces director del Colegio utrerano Salvador Rosés.
Es una obra anónima, realizada en pasta de madera y restaurada en 1967 por el imaginero Francisco Buiza, quien también ejecuta una copia en madera policromada, que es la que procesiona cada año el 24 de mayo.
Por su importancia histórica y su gran devoción popular, esta imagen primigenia que preside el camarín del retablo mayor de la Iglesia del Carmen fue coronada canónicamente en 1981, primer centenario de la Casa de Utrera.
Su iconografía deriva directamente de la imagen que San Juan Bosco describe y que realiza en 1865 el pintor Tomás Andrés Lorenzone (1824-1902) en la gran pintura que preside la Basílica de María Auxiliadora de Turín, que se basa en la tradicional iconografía de la Inmaculada Concepción, enriqueciéndola con diversos aspectos que la presentan como Madre y protectora de la Iglesia. Así, la bella escultura de Utrera sostiene en su brazo izquierdo al Niño Jesús, quien se presenta con ambos brazos abiertos hacia el fiel que lo contempla, “ofreciendo así sus dones y su misericordia a todo el que recurra a su augusta Madre” como indica el santo fundador. Su Madre porta en su mano derecha el cetro, símbolo de su realeza y de su poder ya que, según el propio Don Bosco, alude a las palabras de María “el Poderoso ha hecho obras grandes en mi” (Lc 1, 49). Viste túnica rosa, color litúrgico de la alegría, y manto azul, símbolo de su pureza, siendo la túnica del Niño de color dorado, alusión a su divinidad. Tanto el Niño como su Madre aparecen coronados, llevando la Virgen además una ráfaga, que alude a la mujer vestida de sol coronada por doce estrellas (Ap 12, 1).
La Virgen aparece sobre una nube con ángeles, síntesis de aquellos “coros angélicos” entre los que Don Bosco imagina a la Auxiliadora; uno la mira sosteniendo el anagrama de María, y otro lee una filacteria con la leyenda “Maria Auxilium christianorum, ora pro nobis” mientras nos señala a la Virgen, mostrándonos Aquella que verdaderamente es nuestro auxilio en las dificultades.
Antonio Rodríguez Babío
Delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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