Martes de la quinta semana de Pascua
El evangelio de hoy nos habla del temor de los apóstoles ante el anuncio de Jesús de su vuelta al Padre. Jesús responde a este temor con estas palabras: “que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”. En el último año, en mis salidas a las parroquias, algunas personas me han manifestado sus temores por el futuro de la Iglesia y de la sociedad cristiana, teniendo en cuenta el avance de ideologías anticristianas, las leyes que no respetan la ley natural, y los ataques, la falta de respeto y la ridiculización continua de que son objeto los sentimientos religiosos por parte de ciertos medios de comunicación social, a partir de algunos casos lamentables, que están en la mente de todos.
En estos días, ante la consideración de la desgracia que nos ha sobrevenido en forma de virus, no faltan personas que se preguntan si el Señor se ha olvidado de nosotros. En estos casos he recordado a mis interlocutores el pasaje ciertamente dramático y al mismo tiempo tan consolador que nos narra san Marcos en el capítulo 4 de su Evangelio.
El Señor ha concluido su predicación junto al lago y marcha en barca acompañado por los apóstoles a la otra orilla. Está oscureciendo. Jesús, vencido por el cansancio, duerme en la popa. De repente, se encrespan las olas, que se abalanzan sobre la barca, que comienza a llenarse de agua. El miedo se apodera de los Apóstoles, que despiertan a Jesús con una pregunta que al mismo tiempo es una petición: «Señor ¿no te importa que nos hundamos?». Jesús se pone en pie, increpa al mar, el viento cesa y retorna la calma mientras reprocha a los apóstoles su falta de fe. A los apóstoles y a nosotros nos dice el Señor hoy: “que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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