Matrimonios de Acogida, el primer rostro de la parroquia
La exhortación Amoris Laetitia, fruto de las reflexiones obtenidas del Sínodo para la Familia, supuso un cambio de perspectivas en muchas formas de trabajar en la Pastoral Familiar. De hecho, el documento propuso una pastoral renovada, más creativa y que pudiera responder mejor a las inquietudes actuales.
Así, la Delegación diocesana de Pastoral Familiar asumió el reto y reflexionó sobre cómo aplicar esta propuesta en la Archidiócesis de Sevilla. “Se vio la necesidad de acoger, acompañar, discernir e integrar las actuales situaciones familiares”, explica el matrimonio formado por María Albendea y Salvador Alegre, colaboradores de la Pastoral Familiar desde hace una década.
De este modo, surgió la figura de ‘los matrimonios de acogida’: “Este proyecto supone implicar a los matrimonios como agentes de evangelización para y por la familia, que actúan como la primera imagen de la parroquia para todas las personas que lleguen”. Y siguiendo la línea de actuación propuesta por las Orientaciones Pastorales Diocesanas para el pasado curso, dar el primer anuncio kerigmático, “no sólo de palabra, sino con su testimonio”.
Al respecto, Albendea y Alegre quieren dejar claro que estos matrimonios de acogida no sólo atienden a familias o parejas con problemas, sino que su misión es “atender a todo el que se acerque a la parroquia, a aquel que quiera recibir un sacramento, venga buscando información o quiera integrarse en alguna actividad o grupo parroquial”. Por eso, destacan la importancia de que este matrimonio trabaje en plena colaboración con el párroco.
El proyecto se puso en marcha el pasado año y desde entonces se ha ofrecido información y formación a las distintas vicarías. Una formación que consiste en exponer la metodología empleada por los matrimonios de acogida, cómo acompañar a la familia o cómo integrar en la parroquia a aquellos interesados. También se facilitan técnicas y recursos para desarrollar la escucha activa, la empatía o la aceptación. Pero, además de ello, los matrimonios escogidos por los párrocos para desarrollar esta importante tarea deben “vivir su fe adulta en la comunidad parroquial, a través de los sacramentos y la oración”.
Igualmente, María Albendea y Salvador Alegre advierten que con esta iniciativa “no se trata de hacer más cosas, sino de hacerlo en clave de acogida, de presentar el Evangelio y la alegría de la vocación matrimonial”. Y esta acogida hunde sus raíces en “ser cercanos, hospitalarios, en abrir nuestras casas, como Iglesia doméstica, para ofrecer horarios más amplios que el de las parroquias”. En esta línea, añaden, que con los matrimonios de acogida “no se busca implantar un Centro de Orientación Familiar en cada parroquia; no se suplanta o invaden competencias, sino que se ayuda, se complementa la labor de los COF, que está destinado a tratar problemas más graves en los que se requiere a profesionales”.
Por todo ello, este matrimonio concluye con una llamada a ser “más acogedores, a acompañar en las distintas realidades en las que actuemos, a formar y formarnos, a integrar y, en definitiva, a amar”.
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