Miércoles de la tercera semana de Pascua
Decíamos ayer que el recuerdo de nuestro bautismo en este tiempo de Pascua, eminentemente bautismal, debe hacer brotar en nosotros un primer sentimiento: la gratitud al Señor que permitió que naciéramos en un país cristiano y en el seno de una familia cristiana, que en los primeros días de nuestra vida pidió para nosotros a la Iglesia la gracia del bautismo. Una segunda actitud debe ser el gozo. Hemos de recordar ese día transcendental en nuestra vida con una profunda alegría interior.
Un tercer sentimiento debe ser la responsabilidad. Todavía recuerdo con estremecimiento la pregunta valiente y vigorosa que el Papa Juan Pablo II hizo a los franceses en 1979, con ocasión de su primer viaje a Francia: “Francia, ¿qué has hecho de tu bautismo?”. Es la misma pregunta que en este tiempo todos nos debemos formular en la intimidad de nuestros corazones: ¿Qué hemos hecho de nuestro bautismo? ¿El bautismo es algo vivo, actual, que compromete mi vida de cada día o es el mero recuerdo de un suceso del pasado? ¿Vivo con confianza y alegría mi condición de hijo de Dios, Padre bueno y providente, que se preocupa de mí y me mira con ternura? ¿Mi vida está organizada como una respuesta a la alianza que sellé con el Señor en aquella fecha memorable? ¿Soy consciente de que la gracia santificante es un tesoro que debo cuidar cada día? ¿Cultivo la amistad y la intimidad con el Señor? ¿Vivo con hondura la fraternidad, con la conciencia de que mis semejantes son también hijos de Dios y hermanos míos? ¿Vivo con gratitud, con amor y con orgullo mi pertenencia a la Iglesia, hogar cálido y mesa familiar que me acoge y acompaña en mi vida de fe? Que el Señor nos conceda valentía para responder sinceramente a estas preguntas.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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