La exposición de Martínez Montañés en el Museo de Bellas Artes de Sevilla; una lectura desde la fe.

La exposición de Martínez Montañés en el Museo de Bellas Artes de Sevilla; una lectura desde la fe.

“Mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de Él”

El pasado viernes fue inaugurada la exposición que bajo el título Montañés, maestro de maestros reúne en el Museo de Bellas Artes una cuidada selección de su obra que se podrá ver hasta mediados del próximo mes de marzo.

Organizada por el propio Museo y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, ha contado con la colaboración de la Archidiócesis de Sevilla, y muestra un total de 58 obras, de las cuales 47 pertenecen al escultor natural de Alcalá la Real, para repasar así su rica trayectoria, presentando algunas de sus obras más significativas e importantes, como el Cristo de la Clemencia, la Inmaculada conocida popularmente como la Cieguecita o el Niño Jesús de la Hermandad Sacramental del Sagrario.

La contemplación de las imágenes que esta exposición nos acerca, nos ayuda a recuperar el fin primordial para el que fueron creadas: el hacernos presente y visible el Verbo Encarnado, su Madre o los santos, para así conmovernos y no dejarnos indiferente, para que nuestra vida se vea afectada de una manera u otra por el encuentro con estas imágenes. Esta idea es fruto del Concilio de Trento, que establece en el Decreto “Sobre la invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes”, la veneración de las imágenes “no porque se crea que hay en ellas divinidad” si no por lo que representan, “de suerte que adoremos a Cristo por medio de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos”.

Esta intención evangelizadora es la que está ya en la propia génesis de cada obra, como descubrimos en el significativo y elocuente ejemplo del contrato del Cristo de la Clemencia, de 1603, en el que el promotor de la obra, el arcediano Mateo Vázquez de Leca, especifica que lo que se busca es conmover al espectador, mover su corazón. Así se dice que el Cristo “ha de estar vivo, antes de haber expirado con la cabeza inclinada sobre el lado derecho mirando a cualquier persona que estuviese orando al pie de Él como que le está el mismo Cristo hablándole y como quejándose que aquello que padece es por el que está orando y así ha de tener los ojos y rostro con alguna severidad y los ojos del todo abiertos”. Es decir, queda muy claro que la imagen se encarga para que el fiel que la contempla se sienta mirado por Cristo y pueda establecer con Él una experiencia personal y transformante, a partir de su imagen plástica. Esa severidad de la que habla el contrato, Montañés es capaz de transformarla en misericordia y ternura; os invito a que cuando visitéis la última sala de la exposición, en la que se halla este imponente Crucificado, os pongáis bajo su rostro y os dejéis mirar por Él y llenar de esa mirada de amor. Y si nuestro escultor consigue este efecto en el cristiano que la contempla, igualmente es capaz de descubrir la humildad de Dios hecho carne en la icónica imagen del Niño Jesús de la Sacramental del Sagrario, que en su desnudez nos enseña la realidad de la Encarnación.

De igual manera, cuando Montañés nos presenta a María, la Madre de Dios, está poniendo delante de nuestros ojos sus virtudes de humildad, pureza, inocencia, que se hacen visibles gracias a su arte y a su perfección, como descubrimos sin duda en imágenes como la Cieguecita, la Inmaculada del Pedroso o la Virgen con el Niño de la Catedral de Huelva, que parece estar entregándonos a su Hijo.

En la exposición encontraremos también esculturas de santos y santas que nos hablan de entrega al Señor, confianza, esperanza y constituyen para nosotros ejemplos de unión con Dios. El soberbio San Cristóbal, de la Iglesia del Salvador, que consigue el contraste entre la fuerza del santo y la divinidad del Niño que sostiene; la Santa Ana del Convento sevillano del mismo nombre, cuyo rostro transmite a la perfección su actitud de ser consciente de estar colaborando en el plan de salvación de Dios; el San Francisco de Asís, del Convento de Santa Clara, cuya mirada expresa magistralmente su santidad, su cercanía con Dios; el interesante diálogo que la exposición presenta de las diferentes esculturas de San Jerónimo penitente; los imponentes San Pedro y San Pablo, de Jerez; los santos Juanes, etc.

En definitiva, aparte del interés cultural y patrimonial que esta muestra tiene, nosotros como creyentes debemos ser capaces de descubrir el mensaje de amor y esperanza que me transmiten estas imágenes, para mirar desde la fe estas obras que nos miran a nosotros con misericordia.

Antonio Rodríguez Babío
Delegado diocesano de Patrimonio Cultural

Obras cedidas por la Archidiócesis de Sevilla a la exposición
  • San Francisco de Asís (Santa Clara)
  • San Juan Evangelista (Santa Clara)
  • San Juan Bautista (Santa Clara)
  • Inmaculada (Santa Clara)
  • Crucificado (Santa Clara)
  • Inmaculada (Catedral)
  • Santa Ana (Convento de Santa Ana)
  • Inmaculada (San Andrés)
  • Inmaculada (San Julián)
  • Inmaculada (Parroquia Consolación, EL Pedroso)
  • San Cristóbal (Salvador)
  • Niño Jesús (Sagrario)
  • San José (Magdalena)

 

 

 

 

 


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