MISA DE LA JORNADA DE LA PAZ (1 de enero de 2009)
¡Si por lo menos tuviéramos paz! Este deseo de la paz está tan grabado en lo más íntimo del corazón del hombre que se convierte en aspiración, casi suprema de la misma. También de sufrimiento cuando esa paz no acaba de llegar. La paz tiene también sus enemigos: la indiferencia, que es falta de sensibilidad ante el dolor y las carencias ajenas. El odio, que trastorna la mente del hombre y corrompe el corazón, privándole de la libertad del perdón y del amor a los demás. La envidia que hace rechinar los dientes ante el bien que pueda gozar otra persona. El orgullo de querer más que nadie y no servir a ninguno.
Benedicto XVI, en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, nos habla de un gran enemigo de la paz: la pobreza. ?La pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas las contiendas armadas. Estas últimas alimentan a su vez trágicas situaciones de penuria? (Mensaje 1).
?La pobreza, dice el Papa, se pone a menudo en relación con el crecimiento demográfico. Consiguientemente, se están llevando a cabo campañas para reducir la natalidad en el ámbito internacional, incluso con métodos que no respetan la dignidad de la mujer ni el derecho de los cónyuges a elegir responsablemente el número de hijos y, lo que es más grave aún, frecuentemente ni siquiera respetan el derecho a la vida. El exterminio de millones de niños no nacidos en nombre de la lucha contra la pobreza es, en realidad, la eliminación de los seres humanos más pobres. (?) En otros términos, la población se está confirmando como una riqueza y no como un factor de pobreza? (Mensaje 3).
Combatir la pobreza, construir la paz. ¿Qué caminos tenemos que recorrer para alcanzar la paz? La primera consideración tiene que llegar desde el convencimiento de que la paz no es término de un proyecto deseado, ni la desaparición de una contienda. La paz tiene que estar en el comienzo de cualquier acción humana. Si quieres la paz, lleva la paz contigo donde quiera que vayas y en cualquier acción que desees emprender, y siéntete herido por las injusticias y la violación de los derechos de las personas (Cf. Mensaje 8).
El camino de la paz, por tanto, no se puede iniciar sin tener el corazón lleno de paz, es decir, convertido a Dios. Y también, como requisito imprescindible, estar a bien con los hermanos, que es reconocer sus derechos. El imprescindible asiento de la paz es la justicia.
?La comunidad cristiana, dice Benedicto XVI, no dejará de asegurar a toda la familia humana su apoyo a las iniciativas de una solidaridad creativa, no sólo para distribuir lo superfluo, sino cambiando -sobre todo los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad- (20). Por consiguiente, dirijo al comienzo de un año nuevo una calurosa invitación a cada discípulo de Cristo, así como a toda persona de buena voluntad, para que ensanche su corazón hacia las necesidades de los pobres, haciendo cuanto le sea concretamente posible para salir a su encuentro. En efecto, sigue siendo incontestablemente verdadero el axioma según el cual combatir la pobreza es construir la paz? (Mensaje 15).
Cristo es nuestra paz. Si el hielo del odio y de la injusticia se derrite con el fuego del amor fraterno, ningún mensaje más eficaz que el del mandamiento nuevo y la ejemplaridad de la vida de Jesús, el Hijo de María, la Madre de Dios.
Que al comenzar el año, y sentarnos en la mesa de una comunidad fraternal y universal, tengamos asegurado todos los días este pan de la paz que es la Eucaristía.
+Carlos Amigo Vallejo
Cardenal Arzobispo de Sevilla