Modificaciones en la Tercera edición del Misal Romano (V). Diversos elementos de la Misa II
Continuamos desde la última entrada comentando los diversos elementos verbales y no verbales que tiene la Misa para ayudarnos a participar mejor en ella:
3º Diálogos y aclamaciones
Puesto que la celebración de la Misa, por su propia naturaleza, tiene carácter comunitario, adquieren una gran fuerza los diálogos entre el sacerdote y los fieles congregados y asimismo las aclamaciones. Ya que son señales externas de una celebración común, y, además, fomentan y realizan la comunión entre el sacerdote y el pueblo.
Las aclamaciones y respuestas de los fieles a los saludos del sacerdote y a sus oraciones constituyen aquel grado de participación activa que, en cualquier forma de misa, se exige de los fieles reunidos para que quede así expresada y fomentada la acción de toda la comunidad.
4º Otros elementos
Otras partes que son muy útiles para manifestar y favorecer la activa participación de los fieles, y que se encomiendan a toda la asamblea convocada, son, sobre todo, el acto penitencial, la profesión de fe, la oración de los fieles y la oración dominical.
5º Importancia del canto
Amonesta el Apóstol a los fieles que se reúnen esperando la venida de su Señor, que canten todos juntos con salmos, himnos y cánticos inspirados (cf. Col 3, 16). El canto es una señal de euforia del corazón (cf. Hch 2, 46). De ahí que san Agustín diga, con razón: «Cantar es propio de quien ama»; y viene de tiempos muy antiguos el famoso proverbio: «Quien bien canta, ora dos veces». Por eso, hay que tener en gran estima el uso del canto en la celebración de la misa, sobre todo en las celebraciones de los domingos y fiestas de precepto.
6º La necesidad del silencio
El silencio sagrado es parte de la celebración. Es un rito. No es ausencia de palabras y de gestos, sino entrar en lo profundo de la misa. La naturaleza de este silencio depende del momento de la misa en que se observa. Así, en el acto penitencial y después de la invitación a orar, los presentes se recogen en su interior; al terminar la lectura o la homilía, meditan brevemente sobre lo que han oído; y después de la comunión, alaban a Dios en su corazón y oran.
Hay que prepararse a celebrar ya desde el momento mismo en que entramos en la iglesia. Por eso se debe guardar silencio en la iglesia, en la sacristía, y en los lugares más próximos, a fin de que todos puedan disponerse adecuada y devotamente a las acciones sagradas.
Continuaremos con estos elementos en próximas entradas.