Modificaciones en la Tercera edición del Misal Romano (XVI). Rito de conclusión
Con los elementos de hoy llegamos al final de estos domingos en que hemos profundizado en la eucaristía. No queremos dejar de profundizar en la forma de comulgar en la mano para aquellos que lo deseen. Y en el Rito de Conclusión como envío a nuestros quehaceres para predicar y vivir el Evangelio de Cristo con quien nos hemos unido en la celebración de la Eucaristía.
Modo de comulgar en la mano
Sobre la forma de comulgar en la mano, nos enseña san Cirilo de Jerusalén en la Catequesis mistagógica quinta:
Cuando te acerques a comulgar no vayas con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino haciendo con la mano derecha un trono para tu izquierda como si esta fuera a recibir a un rey; y con la cavidad de la mano recibe el Cuerpo de Cristo respondiendo Amén. Con cuidado recibe el Santo Cuerpo de Cristo, cuidando no pierdas algo de él. Porque dime: si alguno te diese unas limaduras de oro, ¿no las guardarías con toda diligencia, cuidando no perder nada de ellas ni sufrir menoscabo? ¿No procurarás, pues, con mucha más diligencia que no se te caiga ni una migaja de lo que es más precioso que el oro y que las piedras preciosas?
Rito de conclusión
Pertenecen al rito de conclusión:
- Algunos avisos breves, si son necesarios;
- El saludo y bendición del sacerdote, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se amplía con la oración «sobre el pueblo» o con otra fórmula más solemne;
- La despedida del pueblo por parte del diácono o del sacerdote, para que cada uno regrese a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo a Dios;
- El beso del altar por parte del sacerdote y del diácono, y después una inclinación profunda del sacerdote, del diácono y de los demás ministros.
Después de la bendición, el diácono o el sacerdote despide al pueblo con las palabras: Podéis ir en paz. En este saludo podemos apreciar la relación entre la Misa celebrada y la misión cristiana en el mundo. En la antigüedad, «ite missa est» significaba simplemente «terminada». Sin embargo, en el uso cristiano ha adquirido un sentido cada vez más profundo. La expresión «missa» se transforma, en realidad, en «misión». Este saludo expresa sintéticamente la naturaleza misionera de la Iglesia. Por tanto, conviene que, apoyándonos en la liturgia, profundicemos en esta dimensión constitutiva de la vida eclesial.