Monseñor Saiz en la casa madre de las Hermanas de la Cruz: “Hay que hacerse pobre con los pobres”
El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, presidió la Eucaristía dominical el pasado 5 de noviembre, en la casa madre de las Hermanas de la Cruz, en Sevilla, día en que la Iglesia recuerda especialmente a su fundadora.
Durante su homilía, mons. Saiz hizo un repaso de las lecturas proclamadas. Dijo que el profeta Isaías vivió en el siglo VIII antes de Cristo y ya visibilizaba la realidad de la pobreza. “Vemos que hoy día sigue habiendo hermanos necesitados que requieren partir el pan, albergarlos y vestirlos”.
Del diario espiritual de Santa Ángela subrayó un pensamiento que cada día cobra más vigencia. “Hay que hacerse pobre con los pobres para atraerlos a Cristo. Si para aconsejar a los pobres que sufren y sin quejarse de los trabajos de la pobreza es preciso vivirla, qué hermoso sería un instituto que por amor a Dios abrazara a la pobreza, para de esto modo, ganar a los pobres y subirlos hasta Él”. En este sentido, el arzobispo de Sevilla expresó “que hay que contrarrestar el espíritu de este mundo con ese pensamiento de Santa Ángela y hacerse pobre con los pobres, donde no valen las posturas a medias, porque hay que pensar y vivir con decisión, siguiendo a Cristo y tomando opciones que sean claras y definidas cada uno según su vocación”.
Actitud de donación
Reflexionó también sobre el verdadero y profundo sentido del amor y la entrega. «Hemos de pedirlo al Señor porque es el camino para renovar nuestra vida, comunidades, parroquias y el mundo entero, es decir, vivir el amor y la entrega al otro que hace descentrarse de sí mismo y vivir pendiente del otro». Destacó la actitud de donación que debe caracterizar al cristiano, «no de egoísmo o de narcisismo, sino estar pendiente del Señor y de los demás».
En esta línea, «El Señor enseña que el que quiera ser su discípulo ha de tomar la cruz, negarse a sí mismo y seguirle. No se trata de pedir cruces al Señor, sino fuerzas para llevar la cruz de cada día, signo de la verdadera espiritualidad y apostolado».