Mons. Saiz: “La misión de Jesús del Gran Poder está siendo un verdadero Kairós, un momento de gracia de Dios”
El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz, presidió la Eucaristía en la solemnidad de todos los santos, este lunes, 1º de noviembre, en la Parroquia Santa Teresa de Jesús, de Amate, ante la imagen de Jesús del Gran Poder, que permanece en los Tres Barrios, a propósito de la Misión evangelizadora que realiza la hermandad en esa zona de la ciudad.
“La santidad pertenece a Dios”, dijo mons. Saiz al inicio de su homilía, al tiempo que destacó el bien espiritual que está obrando el Señor durante su visita a los Tres Barrios. “Está siendo un verdadero Kairós, un momento de gracia de Dios, un momento de Salvación, que requiere apertura de nuestros corazones a Dios para recibir toda la gracia y todo el amor que el Señor nos quiere conceder”.
Reflexionó sobre la llamada a la santidad que tenemos todos los bautizados. Por tanto, “la santidad es exclusiva de Dios, es sobrenatural y excede la posibilidad humana de obrar y la misma posibilidad de su ser”, por ese motivo – expresó – “Dios que es santo puede santificar al ser humano que ha creado a su imagen y semejanza, puede hacerle participar por gracia de la vida divina”.
Santos de la puerta de al lado
El arzobispo hispalense mencionó “que de Dios proviene toda santidad”, pero “¿quiénes son los santos? ¿son una raza especial? ¿son un grupo de seres excepcionales? ¡No!», refirió. «Son, por tanto, seres que han respondido a la llamada de Dios y que han llenado de amor sus vidas”.
Recordó don José Ángel que los santos “no son solo los que están en el santoral o han sido canonizados por la Iglesia, todos hemos conocido a personas santas, incluso dentro de nuestras propias familias, hemos conocido personas realmente santas y que no han sido canonizadas, son los que llamamos los santos de la puerta de al lado, de la vida ordinaria, de la vida normal”.
En esta línea, mencionó mons. Saiz Meneses “que lo más importante de la solemnidad de todos los santos es que actualicemos y creamos en la llamada a la santidad que Cristo nos hace. En la santidad, todos podemos ser ganadores, todos estamos llamados a alcanzar esa santidad, como un jardín inmenso de flores variadísimas, preciosas y complementarias”.
Ante la llamada personal a la santidad, “Dios concede la fuerza y la gracia para perseverar en ese camino y no para que estemos toda la vida estancados, cometiendo los mismos pecados, con las mismas imperfecciones y las mismas manías, como un alumno que va al instituto y se lleva toda la vida repitiendo el mismo curso, eso no es normal, eso no puede ser”, advirtió el arzobispo hispalense.
Bienaventuranzas
Sobre el Evangelio proclamado este lunes, mencionó que es Jesús el que vive verdaderamente las bienaventuranzas. “Él es el verdadero pobre de espíritu, el que llora, el manso, el que tiene verdadera hambre y sed de justicia, el misericordioso, el limpio de corazón, el constructor de paz, el es el perseguido por causa de la justicia”.
Finalizó su homilía expresando que «aunque el futuro nos de miedo y las circunstancias de nuestras vidas sean duras, volvamos la mirada a nuestro padre Jesús del Gran Poder y pongamos en él la confianza. Cuando el miedo, el odio, la ira y la violencia nos envuelvan, volvamos nuestra mirada a él para que nos dé paciencia y bondad y un corazón manso y humilde como el suyo, cuando el dolor nos oprima y nos ahoga la tristeza, cuando la angustia nos paralice y no podamos más. volvamos la mirada a él para recibir su fuerza y su consuelo, cuando a nuestro alrededor abunde la injusticia y la opresión y nos toque sufrir persecución, volvamos la mirada a él y nos ayudará a vivir en la verdad, en la justicia y en la sed de Dios. Cuando el ambiente se vuelva dura, cerrado y egoísta, volvamos la mirada a él y pidámosle sentimientos de compasión y misericordia en medio de tanta mentira, hipocresía y falsedad, como a veces encontramos en la vida. Le pedimos un corazón limpio, sin dobleces, cuando aparezcan los pequeños conflictos del día a día, en nuestro padre Jesús del Gran Poder encontraremos la fuerza para ser sembradores y constructores de paz. Con él, lo imposible resulta posible, con su gracia podemos mejorar como personas, Iglesia y sociedad».
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