Monseñor José Ángel Saiz Meneses: «El misterio de la Navidad es algo grande que nos desborda»
‘Palabras para la vida’ es el programa decano de Canal Sur Radio. Lo dirige el sacerdote Rafael Pérez y lleva en antena más de treinta años. El arzobispo de Sevilla, monseñor Saiz Meneses, se hará muy presente en las emisiones que coinciden con tres fechas centrales de la Navidad: la fiesta de la Natividad, el día de los Santos Inocentes y la festividad del Bautismo del Señor. Tres entrevistas en las que nos sugiere un estilo de vida acorde con lo que somos, nuestra condición de hijos de Dios, y con lo que celebramos su venida al mundo en la pobreza más absoluta. Les adelantamos extractos de unas entrevistas que podrán escuchar en el 105,1 de FM.
Por lo que le vemos en las redes sociales, está hecho un sevillano de pro…
Sí, aquí es fácil y rápida la adaptación, porque es tal el volumen de actividades, de celebraciones, de encuentros, que solo hay que dejarse llevar.
¿Dónde vivirá estos días?
Tras la Navidad me iré a Barcelona para estar unos días con la familia.
¿Está usted contento de estar en Andalucía?
Sí, estoy muy contento. La verdad es que nosotros vamos donde el Señor nos lleva, a través de la Santa Madre Iglesia. Por lo tanto, siempre has de ir contento. Pero además aquí…
Hay sitios y sitios, ¿no?
Aquí la gente es muy agradable y cariñosa. Tanto a nivel intraeclesial como extraeclesial, muy bien, muy bien.
Desde su experiencia, ¿cómo nos sugeriría vivir la Navidad?
Con un corazón abierto, huyendo del consumismo –que también se nos contagia-, y recordando sobre todo que la Navidad es la fiesta del amor de Dios. Un amor tan grande, tan profundo, tan eterno e infinito que se escapa a nuestras valoraciones, pero que podemos intuir en la ternura de un Niño que nace, y que es el Hijo eterno de Dios que entra en el tiempo. Esto es algo grande que nos desborda y que requiere atención, reflexión y silencio. También Navidad es la fiesta de la reconciliación. Ha de ser la fiesta de tender los puentes de la unidad, de reparar los lazos rotos, olvidar el rencor y el odio… Porque sería una cosa muy contradictoria estar cantando villancicos, pensando en Jesús, y estar con el corazón agresivo o rencoroso hacia gente de la propia familia. Y, en tercer lugar, Navidad es la fiesta del compartir, con todo hermano necesitado que se nos cruce en el camino. Los pastores recibieron el anuncio del ángel, y eran gente muy sencilla, muy ruda, pero se pusieron en camino hacia el portal de Belén y llevaron lo mejor que tenían. Por lo tanto, yo diría: el amor de Dios, que se hace presente en nuestra vida, la reconciliación con Dios y con los demás, y el compartir con los cercanos y también con los necesitados. Es una fiesta de compartir, de solidaridad.
¿Deberíamos recuperar la inocencia a la hora de acercarnos al Señor?
Pues sí, deberíamos quitarnos todo lo que sobra, toda la broza que sobra de las prisas, del estrés, del consumismo, del individualismo y del egoísmo, limpiar el corazón de todas las adherencias que se van pegando y, de corazón a corazón, dejarnos transformar por Él y cambiar el corazón.
¿Cómo encaja la Iglesia tanto dolor y tanto sufrimiento con tanto inocente?
Es un misterio el dolor, y no hay respuestas fáciles. A veces no se puede responder de memoria a una persona que tienes delante y está sufriendo, por una enfermedad o la pérdida de un ser querido que le afecta mucho, por un sufrimiento, sea el que sea. No hay tópicos ni respuestas fáciles, hay que hacer un ejercicio de empatía, hacerte uno con él, desde la caridad y el amor, y procurar llevar algo de consuelo a su corazón dolorido. Que a veces es la presencia, y sobran las palabras. Pero sí, hoy día hay mucha gente inocente que sufre.
El Evangelio para esto es muy listo…
El Evangelio tiene respuestas para todo, para todas las situaciones vitales del ser humano. Y encontramos eco cuando estamos alegres, contentos y agradecidos, y cuando estamos sufriendo también. En la Palabra de Dios encontramos respuesta y consuelo.
El día del Bautismo del Señor se cerrará el ciclo navideño. Y esto, que sigamos en Navidad hasta entonces, es algo que la gente no termina de encajar.
Epifanía, que significa manifestación, tiene esos tres momentos: el día de Navidad, con el nacimiento de Jesús y su reconocimiento en la adoración de los pastores; en la Epifanía son los magos los que representan a toda la humanidad, a todo el género humano, y es una manifestación como Mesías Salvador para todos los hombres; y el Bautismo es también una manifestación, una teofanía -una manifestación de Dios-, porque se manifiesta el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y es la inauguración de su vida pública. Por lo tanto, son tres momentos de presentación, de Epifanía, de manifestación del amor y de la salvación de Dios. Se acerca al Jordán porque ha asumido la condición humana, se ha hecho igual a nosotros en todo excepto en el pecado, y quiere pasar como uno de tantos, pero es Él el que purifica las aguas, y es Él el que inaugura el nuevo Bautismo, que es el momento en el cual somos constituidos hijos de Dios Padre, miembros de Cristo, templos del Espíritu Santo, y el momento en que recibimos una doble vocación, que es común a todos los miembros de la Iglesia –después habrá otras vocaciones y estados de vida- pero desde el momento del Bautismo recibimos una vocación, una llamada a vivir plenamente esa realidad de hijos de Dios –y esa es la vocación a la santidad-, y a ser testigos también de Jesucristo y de Dios en medio del mundo, que es la vocación al apostolado.
El portal, entonces, quien lo tenga puesto ese día lo puede mantener ¿no?
Sí, se puede tener hasta la Candelaria (2 de febrero), que es la fiesta de la Purificación de María y la Presentación de Jesús en el templo. Esa es la tradición y se puede tener perfectamente.