Monseñor Ramón Valdivia, obispo auxiliar de Sevilla: “El sacerdote antes que nada tiene que estar enamorado de Jesucristo”

Monseñor Ramón Valdivia, obispo auxiliar de Sevilla: “El sacerdote antes que nada tiene que estar enamorado de Jesucristo”

El 27 de mayo del 2023, la Catedral hispalense acogió la ceremonia de consagración episcopal de dos obispos auxiliares de Sevilla: monseñor Teodoro León y monseñor Ramón Valdivia. Este último, nacido en Osuna en 1974, ha hecho un repaso de su primer aniversario en el ministerio episcopal.

 ¿Cómo describiría su primer año de consagración episcopal?

Ha sido un año precioso contemplando toda la realidad de la diócesis. Una diócesis amplísima, con innumerables cosas y acontecimientos que se han ido sucediendo uno detrás de otro. Desde las primeras confirmaciones los dos días siguientes hasta la visita pastoral, la atención a los sacerdotes, a las comunidades religiosas. Vamos, una experiencia preciosa, yo estoy encantado.

Tiene entre otras responsabilidades el acompañamiento a los sacerdotes y la formación de los futuros diáconos permanentes. 

Efectivamente, ese es uno de los ámbitos de la misión que me encargó especialmente don José Ángel. Fundamentalmente estar atento a las necesidades que tengan los sacerdotes y acompañarlos en su experiencia vital, en las distintas parroquias donde estén. El proceso del diaconado permanente exige un acompañamiento y un seguimiento a los candidatos y a los aspirantes. Hay un grupo de sacerdotes que me ayudan en esa labor, pero el proceso final lo llevo yo, acompañándolos, comprendiéndolos, estimulándolos, fomentando y alentando esa experiencia en la que estamos inmersos ahora mismo.

Acompañar a un sacerdote, ¡qué bonita tarea! Podemos mirar a san Juan de Ávila, patrón del clero español, cuya fiesta celebramos el pasado 10 de mayo. ¿Qué podemos aprender de él?

De san Juan de Ávila su pasión por el Evangelio. Yo creo que el centro del corazón de san Juan de Ávila es el fuego del amor de Dios que él percibe y, después, su pasión misionera. El apóstol de Andalucía, como le diría el arzobispo de Sevilla, ‘las tierras de Andalucía serán tus Indias’.  Él acepta esa corrección que me parece tan audaz. Percibir que no es tu proyecto el que tiene que salir adelante, sino el proyecto de Dios dentro de cada uno. Entonces él sigue esa voz, ese consejo que le da el arzobispo, y él no se empeña en seguir cruzando el Atlántico, sino que dice, ‘esta es la voz de Dios, yo acepto este encargo y entonces lo que hago es fundirme en esta misión’. Esta misión está prendida del fuego del Evangelio que es lo que él va a transmitir en todas sus cartas, en todos sus escritos y su pasión por Cristo. Independientemente de la actividad frenética que pudiera realizar, en el centro está ese lema paulino, Caritas Christi urget. El fuego del amor de Dios nos urge a evangelizar. Pues eso es lo que él percibe en una sociedad del siglo XVI, la necesidad de un presbiterio que esté anunciando el Evangelio. En ese contexto él alienta fundamentalmente esta misión para los futuros sacerdotes también.

En la Eucaristía de san Juan de Ávila veíamos a un grupo de sacerdotes muy jóvenes. ¿Cómo acompañamos a aquellos que inician su ministerio?

Los cinco años posteriores a la ordenación sacerdotal hay un acompañamiento especial a través de actividades desarrolladas para los sacerdotes del quinquenio. El anterior vicario del clero hizo una propuesta que nos pareció muy interesante y la hemos mantenido este curso. Se trata de unos encuentros que se inician a partir de las nueve de la noche de un domingo cuando nos reunimos en el Seminario Metropolitano de Sevilla, cenamos juntos, echamos un rato de diálogo entre nosotros, compartimos experiencias y a la mañana siguiente tenemos un encuentro formativo. Este año se ha centrado un poco en la experiencia de qué es lo que pueden aportar las ciencias humanas, especialmente la economía y política de empresa a la vida sacerdotal.

Creo que puede ser interesante el hecho de comprender las instituciones y lo que puedan hacer para mejorar; lo mismo que hacen las empresas, intentar amoldarlo a la vida parroquial, mirar esos elementos que se pueden ir rescatando como la organización, los presupuestos, todo ese tipo de cosas que se puedan hacer en una parroquia, quizás nos viene bien a nosotros.

Nuestra economía es la economía de la salvación. A nosotros lo que nos interesa es la salvación de las almas y ahí tenemos nosotros que insistir, pero hay determinadas cosas que sí influyen y que podríamos aprender. Es un proceso de formación permanente, fundamentalmente.

 ¿Cómo ha sido la vida de un obispo en su primer año? 

La vida es apasionante. Primero porque se siente el respaldo de mis hermanos obispos. Yo tengo que agradecer a don José Ángel su atención, su acompañamiento, su cercanía, su comprensión paterna.  Yo también me debo fundamentalmente a él, yo soy obispo auxiliar de él en su misión.  Igual que con don Teodoro vivimos como una hermandad y una fraternidad episcopal muy bonita, con una confianza muy grande. Después el desarrollo de esa misión es muy amplio. Es verdad que tengo sectorizada la visita pastoral al arciprestazgo de San Bernardo, que está siendo preciosa. Pero, al final siempre tengo alguna salida extraordinaria y uno reconoce la realidad de los sitios a los que va destinado. Yo antes me había limitado a los sitios donde me habían dado la misión: Mairena del Alcor, el Seminario, la Parroquia de San Roque y conocía poco más de la diócesis. Claro, ahora, al abrir el abanico a los cuatro puntos cardinales de la diócesis, reconozco que hay una vida apasionante. Destaco que me reciben siempre muy bien y yo encantado, es precioso.

¿Cómo podríamos establecer un retrato del sacerdote de hoy?

El sacerdote antes que nada tiene que estar enamorado de Jesucristo. Ese es el centro. Si uno no está enamorado de Jesucristo entonces es que le falta el corazón de todo el mensaje cristiano. Nosotros somos sacerdotes de Jesucristo y con la misión de Jesucristo. ¿Cuál es la misión de Jesucristo? Entregarse por nosotros. Entonces un sacerdote enamorado de Jesucristo quiere reproducir en su vida los mismos gestos, las mismas palabras que tenía Jesucristo. Apasionado por él y apasionado por Dios en un ámbito trascendente de escucha, de oración, de atención a Él. Eso no está desvinculado, sino todo lo contrario, de los hermanos con los que se siente acompañado en una misión, en un lugar, en un destino donde entrega su vida, igual que Jesús la entregó en la cruz, nosotros la entregamos en nuestra parroquia, en la misión que nos encarga el señor arzobispo, porque nos sentimos llamados a eso. En la ordenación sacerdotal se explicita de una forma muy, muy acusada. Amigos míos, (que ni tan siquiera son creyentes) cuando me ordené yo me decían:  A mí lo que más me ha llamado la atención es la pregunta del obispo, ¿promete respeto y obediencia a mí y a mis sucesores? Pues eso. Ahí está la carga de una misión que uno recibe como propia.  El centro es el amor a Dios, querer vivir como Jesucristo y entregarnos con la misma fuerza con la que lo hizo Jesús.

Otra de las cosas que me impresiona una barbaridad y que he notado muchísimo en estos primeros meses de la vida episcopal es una fuerza que me viene de la oración de la gente anónima, que veo, que llega, que llega. Así que le doy las gracias a todos. Por esa oración que hacen cada vez que están en la misa y que personalmente les agradezco que recen por mí.

 


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