Monseñor Saiz destaca el “intenso y extenso” ministerio sacerdotal de Antonio Hiraldo
“Don Antonio ha empleado casi 62 años de su vida sacerdotal en Sevilla. Todos los presentes somos testigos de las cualidades que el Señor le concedió, de su preparación y capacidad de trabajo, de su generosa entrega. Con libertad de espíritu y, al mismo tiempo, desde la fidelidad al Señor, a la Iglesia y a las personas, desarrolló su ministerio sacerdotal intensa y extensamente”. Esta cita se corresponde con la homilía que el arzobispo de Sevilla, monseñor Saiz Meneses, pronunció la mañana de ayer en las exequias por Antonio Hiraldo Velasco, sacerdote diocesano fallecido la noche anterior a los 85 años de edad. El arzobispo resumió de esta manera las cualidades que hicieron de Hiraldo un sacerdote especial, con una entrega absoluta a la Iglesia desde el servicio sacerdotal.
Uno de los concelebrantes en la misa que se celebró en el altar mayor de la Catedral fue el arzobispo de Granada, monseñor Gil Tamayo, que definió al que fuera secretario de la Asamblea de Obispos del Sur de España como “un gran sacerdote, un hombre de Dios y un hombre de Iglesia”. Subrayó la “profunda entrega” de Antonio Hiraldo a la Iglesia en Sevilla y en Andalucía, “con un gran sentido sacerdotal y, al mismo tiempo, con una humanidad grande que iba pareja a su estatura”. Subrayó que su falta de visión “no le impidió tener una gran visión de fe sobre todas las cosas, y eso es lo que ha hecho de este hombre un gran servidor de la Iglesia”.
“Un testigo excepcional de nuestra historia diocesana más reciente”
Miguel Ángel Núñez, párroco de San Nicolás, tuvo ocasión de compartir tareas eclesiales a nivel regional con el presbítero fallecido el pasado miércoles. Al término de las exequias recordó la contribución de Antonio Hiraldo durante su amplio servicio a la Iglesia en varios niveles. “Con don Antonio Hiraldo se nos va un testigo excepcional de nuestra historia diocesana más reciente. Estrecho colaborador del cardenal Bueno Monreal, tomó parte en aquellos trabajos apasionantes de recepción del Concilio Vaticano II. De hecho -recordó- él fue el secretario general del Sínodo de 1973, que trataba de poner carne diocesana a aquella reflexión que la Iglesia había hecho con carácter universal”.
Núñez subrayó también otros acontecimientos eclesiales donde resultó decisiva la participación de Antonio Hiraldo: la primera visita de san Juan Pablo II a Sevilla y el pabellón de la Santa Sede con motivo de la Exposición Universal de 1992. “Un pabellón que no sólo deslumbró por las piezas museísticas y la impronta cultural, sino que, al mismo tiempo -añadió- era una oferta evangelizadora para el hombre contemporáneo”. No se quiso olvidar Miguel Ángel Núñez de “ese cuidado que tenía Antonio Hiraldo de la persona”: “Cuidar de las personas una a una, y tal vez esto es lo que pudo hacer tanto en su parroquia como luego, en estos últimos años, en la dirección espiritual del Seminario hispalense”.