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Navidad, días de familia y de regalos

 

Nuestro Dios es un Dios Único como El mismo nos dice en distintos momentos, pero no es un Dios solitario sino que es Trinidad, es Familia: Padre, Hijo y Espíritu Santo y es una familia porque Dios es Amor, como nos dice San Juan, un misterio de comunión, de amor y vida, de vida y amor.

 

Dios Padre que es Amor tuvo el designio eterno, nacido de su corazón: que la humanidad llegase a entrar en comunión con la Trinidad, que llegase a participar de su vida y de su amor. Y ¿cómo lo hizo? Dios nos amó tanto que nos envió a su propio Hijo que por obra del Espíritu Santo se hizo Hombre en el vientre de María. Es decir, el Hijo de Dios por la Encarnación comenzó a participar de la vida humana para hacernos partícipes a nosotros de la vida divina, cómo nos dice San Pedro en una de sus cartas. Él se incorporó a nuestra familia humana para incorporarnos a nosotros a su familia divina.

 

Y ¿cómo pudo ser? Porque como dice el Concilio Vaticano II: en la Encarnación el Hijo de Dios asumió, en su naturaleza humana, a toda la humanidad uniéndose de alguna manera a todos y a cada uno de los hombres, convirtiéndonos en hijos de Dios en el Hijo.

 

El Hijo de Dios se hizo verdadero hombre haciéndonos a nosotros verdaderos hijos de Dios o como nos dijo San Agustín: “Dios se ha hecho hombre para hacernos a nosotros dioses”. ¿Verdad que los días de Navidad son días de familia?

 

Pero ¿por qué la Navidad son días de regalos? No porque lo digan los grandes almacenes con una publicidad agobiante, sino porque hace más de dos mil años Dios Padre nos hizo a los hombres el mayor, único e inconcebible regalo. Nos regaló a su propio Hijo para nuestra salvación.

 

Los primeros que recibieron la gran noticia del nacimiento del Salvador fueron los pastores. Ellos, llenos de alegría corrieron a adorarle y a llevarle unos regalos, ¿Qué regalos? Los que ellos tenían y llevaban como pastores. El mismo Ángel les dio las señas para reconocer a Jesús: "Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre."

 

Los “Reyes Magos” que vieron una estrella como llamada se pusieron en camino buscando al Rey de los Judíos que ya ha nacido, para adorarlo. Al llegar a Jerusalén se les ocultó la estrella y, después del encuentro con Herodes, apareció de nuevo y con gran alegría la siguieron hasta que se paró en el lugar donde estaba Jesús y “postrándose lo adoraron y abriendo sus cofres le ofrecieron sus regalos: oro, incienso y mirra”.

 

Yo mismo he oído decir a muchos cristianos: ¡qué suerte! tuvieron los pastores y los Reyes Magos que pudieron hacer regalos a Jesús. Pero hoy nosotros ya no podemos hacer eso. Te equivocas, tu y yo sí podemos hacer regalos hoy a Jesús.

Jesús, ya resucitado nos dijo que Él había salido del Padre y volvía al Padre y a continuación nos dijo: “Yo me quedo con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” y ¿Dónde podríamos encontrar a Jesús hoy, estos días? Él mismo en persona se encargó de dejarnos sus señas, su dirección actual y nos dijo con toda claridad dónde y en que lugar podríamos encontrarlo. Lee despacio el Evangelio de Mateo, 25 y allí encontraras su dirección. Dice Jesús: “Yo tuve hambre y me diste de comer, Yo tuve sed y me diste de beber, Yo estaba enfermo y me visitaste, desnudo y tu……….” Esta es su dirección actual donde podremos encontrarle. Dice Jesús: “Cada vez que lo hicisteis con algunos de mis hermanos más pequeños, más débiles, más pobres, conmigo lo hicisteis”.

 

Espero que tú y yo reconozcamos hoy a Jesús como lo reconocieron los pastores. Él está "envuelto en pañales” también hoy, envuelto en los pañales del paro, del hambre, de la injusticia, de la inseguridad, envuelto en los pañales de la ancianidad, de la soledad y del abandono, envuelto en los pañales de la niñez desnutrida y de la debilidad.

 

¿Verdad que tú y yo si podemos hacer regalos a Jesús hoy? Abre los ojos con amor y veras, abre los oídos y escucharas, abre el corazón y se abrirán tus manos y tus bolsillos y darás regalos a Jesús en estos días entrañables de familia y de regalos.

 

Que las muchas luces de muchos colores no nos deslumbren estos días y nos impidan ver la LUZ que “vino a iluminar a todo hombre que viene a este mundo” como nos dice San Juan; y que el consumismo no nos oculte el misterio de amor y de familia que celebramos.

 

Feliz Navidad para ti y para tu familia con la alegría y la felicidad que no se compra porque no se vende en ninguna parte, sino que la regala Dios y tiene un sabor especial porque sabe a Dios.

                                                                                                          

Seguiremos reflexionando.

Con el cariño de PUBLIO ESCUDERO                                                                                                  

 

 


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