Obras espirituales de Misericordia: Rogar a Dios por vivos y muertos
Un representación de la oración por todos, que pide la Obra de Misericordia, la tenemos en la Oración Sacerdotal de Jesús, dirigida al Padre en la Última Cena. Era el momento cumbre del cenáculo, después de la institución de la Eucaristía, en que Cristo se dirige al Padre para pedir por el mundo entero: Te ruego por ellos, Padre… (Jn. Cap. 17).
De las muchas interpretaciones pictóricas de la Última Cena, nos fijamos en la de Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682), que se encuentra en la Iglesia de Santa María la Blanca, de Sevilla. A la altura de 1660 se siente atraído por el tenebrismo más absoluto, que habían empleado en Sevilla Velázquez y Alonso Cano durante los años de su juventud. Así se pone de manifiesto la genialidad de Murillo, que encuentra en este medio pictórico el más adecuado para la descripción del misterio. Se trata de nada menos que de describir con medios materiales un tema inefable; la institución de la Eucaristía y el sermón y Oración Sacerdotal de Jesús. En medio de la oscuridad, el rostro iluminado de Cristo resplandece con sus hechos y con sus palabras. Esta adaptación del medio al tema: en cada momento tiene la capacidad de adaptarse a lo que describe en sus obras.
En la Oración Sacerdotal de Jesús entra toda la humanidad, los pasados y los por venir: para todos va a llegar el fruto de esta plegaria al Padre. Esta es la fuerza ejemplar de la oración de Cristo, recomendad en la Obra de Misericordia. Al alcance de todos llega la posibilidad de colaborar en la obre de la redención.
Fernando García Gutiérrez. S.j.
Delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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