OMISIONES
El día del Juicio Final, para el cual desde ya me ofrezco a ustedes como abogado defensor, probablemente tendremos que argüir todo tipo de razones para sustentar nuestras omisiones. Sostengo, con unas migajas de ironía aderezadas también de cierto sentimiento de culpa, que la mayor parte de los pecados cuyos motivos deberemos exponer en ese grave momento de vernos ante Dios, serán probablemente todos aquellos causados por cuanto dejamos de hacer justo cuando debíamos haberlo hecho, pecados de inacción, de omisión, de todo eso ante lo que pasamos indiferentes y casi ni parpadeamos cuando sucede ante nuestros ojos y lo cotidiano, nuestras pequeñas preocupaciones o simplemente otros intereses, nos llevan a mirar para otro lado sobre todo por el temor a abrigar en nuestro corazón un compromiso de acción que nos obligaría presumiblemente a hacer graves renuncias a las que no estamos dispuestos.
Mientras les escribo, anuncian en los medios la muerte nuevamente de 400 personas en el Mediterráneo en busca de El Dorado europeo. Nuevos centenares de muertos que se suman ya a los otros centenares, miles seguramente, que se han cobrado los mares fronterizos de Europa. 400 muertos que no nos hacen siquiera pestañear, tan tristemente acostumbrados como estamos a sumar cuerpos a las fauces de la mar, en la pobre convicción de que sus vidas valen menos que las nuestras por el sencillo razonamiento de que el destino decidió hacerlos nacer allende donde la piel se torna más oscura a fuerza de sufrimientos. Una indiferencia que se vuelve dolorosa incluso en los medios de comunicación, en los que la noticia ha estado en portadillas no más de unos minutos, quizás por temor a que nos sintamos culpables, sentimiento de culpabilidad que no vende periódicos, claro. Vende mucho más la foto de un asustadísimo Mario Draghi protegiéndose desvalido ante una activista de confeti haciendo el salto de la grulla.
Estos otros saltos de frontera no interesan en Europa, que no es capaz de articular soluciones frente a la inmigración. Tenemos un terrible problema sin fácil solución, desde luego. Se le llame de la forma que queramos a las actuaciones coercitivas sobre extranjeros que intentan acceder a Europa, éstos no son puros objetos que se amontonan en pateras o se los traga el mar. Tampoco se les puede agrupar en los centros de internamiento, mirando para otro lado sin permitirles los más mínimos derechos o la estancia en suelo europeo en las debidas condiciones, más por humanidad que por mayores motivos de Derecho. A veces el Derecho se torna inhumano e inmoral, reconozcámoslo tristemente, y se inventan subterfugios sin sustento lógico alguno como eso que ahora llaman la "entrega en frontera"…
A veces es el Derecho, y otras veces somos nosotros mismos, que preocupados por las nimiedades de cada día, preferimos mirar para otro lado y hacer como que no existe eso que no queremos ver. El Derecho no soluciona nuestros pecados de omisión, miren ustedes por donde… A veces preferimos creer que se debe a las autoridades, al Derecho, a las leyes, a los políticos, esas omisiones que más bien se deben a nuestro silencio, consintiendo que hagan a estos pobres eso que usted no querría que hicieran con un familiar suyo o con usted mismo. Piénselo, métase en una patera por unos minutos y salte la frontera de sus prejuicios brevemente: verá qué difícil es huir de las omisiones de su vecino.
dejar un comentario