Padre José Torres Padilla, una vida unida al misterio salvífico del redentor

Padre José Torres Padilla, una vida unida al misterio salvífico del redentor

La ceremonia de beatificación del venerable padre José Torres Padilla, sacerdote diocesano, canónigo de la Catedral de Sevilla y cofundador de las Hermanas de la Compañía de la Cruz junto a santa Ángela, tendrá lugar el sábado 9 de noviembre en la Seo hispalense, presidida por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos.

Monseñor Teodoro León Muñoz, obispo auxiliar de Sevilla, ha sido el postulador diocesano de la causa del padre Torres (2014-2016) y autor de una biografía editada por la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), donde destaca diversas facetas de una vida que desde muy pronto, a los siete años, estuvo encauzada al servicio de los más necesitados a través del sacerdocio.

Ha estado inmerso en la vida del padre Torres. ¿Qué ha descubierto que le haya llamado especialmente la atención?

Cuando Dios llama no hay edad. Él actúa como quiere, cuando quiere y con quien quiere. Dios llamó al padre Torres a una edad muy temprana y, pese a las dificultades en el camino, no abandonó nunca esa llamada, al contrario, respondió con tenacidad y constancia. Vemos en su vida cómo actuó la acción del Espíritu Santo en su vocación, repuesta, entrega ministerial y discernimiento en el carisma fundacional de las Hermanas de la Compañía de la Cruz.

El padre Torres Padilla recibió el carisma de «hacerse pobre con los pobres para atraerlos a Cristo», ¿podría profundizar en esa frase?

Su atención a los más necesitados no se limitaba solo al aspecto material, sino también a la salud eterna. Se hizo pobre con los pobres para atraerlos a Cristo. Así lo recordaban muchos fieles devotos en Sevilla: Enfermo, macerado por la penitencia, pobre entre los pobres. Era una especie de prestamista a fondo perdido, pagando los estudios de seminaristas, acogía trabajadores de los pueblos que venían al médico, enviaba dinero a desterrados, visitaba cárceles y hospitales, ayudaba a las viudas y a las jóvenes con falta de recursos. Y a todos les hablaba de Cristo, los catequizaba y se preocupaba para que los enfermos antes de la muerte pudieran recibir el sacramento de la extremaunción, como se llamaba en aquel tiempo.

Describe en la biografía del padre Torres distintos perfiles de su sacerdocio. Me gustaría incidir en dos de ellos, el de confesor y el de director espiritual

El padre Torres tenía un grupo de fieles que se confesaban con él asiduamente y otros eran dirigidos espiritualmente. En la confesión, administraba el sacramento de la Reconciliación, y en la dirección espiritual, mediante un plan de vida espiritual, los ayudaba a vivir las virtudes, con el fin de ser fieles imitadores de Cristo. Tuvo fama de buen confesor y director espiritual, por eso lo llamaban “el santero de Sevilla”. Entre sus dirigidas destacan sor Bárbara de Santo Domingo (La hija de la Giralda), dominica del convento de Madre de Dios de Sevilla, recordada por sus frecuentes visiones místicas y en proceso de beatificación; sor María Florencia Trinidad del Santísimo Sacramento (Madre Sacramento), monja mercedaria descalza en el convento sevillano de San José, que le aparecían estigmas corporales y relataba teológicamente las visiones de la Pasión de Jesucristo, siendo sencilla mujer sin estudios; madre Cecilia, monja del convento de San José del Carmen de Sevilla (Las Teresas); madre Ángela, monja del Real Monasterio de San Clemente de Sevilla; María de los Ángeles Guerrero González, con la que fundó el instituto religioso de las Hermanas de la Compañía de la Cruz.

¿Qué enseñanza nos deja el padre Torres Padilla para nuestra vida de oración?

La expresión del amor a Dios, para el padre Torres, era la oración. Tanto en él como en las personas a las que dirigía. No tenía unos momentos de oración, sino que en todo momento estaba en oración, en estrecha unión con Dios. Y esto lo traslucía a todo el que se acercaba a él. Siempre estaba en presencia de Dios. Su recogimiento, su compostura, sus palabras siempre expresaban esta realidad. Desde niño aprendió de sus padres que la oración era necesaria para descubrir la vocación a la vida sacerdotal y para vivir las virtudes, imitando a nuestro Salvador y Redentor.

No era para él la oración un suplemento de su existencia, un mero cumplimiento de unas normas, sino un estar en todo momento imbuido de Dios, concretando el espíritu de oración en su horario de cada día. La misa era el centro, el volver a empezar el camino de fraternidad y de trasformación en Dios. Antes de esta hacía una hora de oración mental en su casa. Al llegar a la iglesia, realizaba otra media hora de oración. Celebrada la misa, otro cuarto de hora de oración. Al mediodía, otra media hora que, en ocasiones, dadas sus muchas ocupaciones, la hacía recogido en sí mismo por la calle. Además de todo ello, venía luego el rezo de la liturgia de las horas y otras oraciones vocales. Siendo canónigo, era el primero en llegar al coro y el último en salir de él.

Todo esto nos enseña que debemos reservar un tiempo para la oración personal, para hablar con Dios, dedicar tiempo exclusivamente para Dios. Podemos empezar con cinco minutos, luego diez, después media hora y así nuestra vida se irá configurando con Cristo a través de la oración. Asimismo, la Eucaristía debemos vivirla como el momento más sagrado de nuestra vida, como el único, como si fuera el último día que voy a recibir a Cristo Vivo, presente en la Eucaristía.

¿Cuál era la base de la amistad espiritual entre estas dos almas, la del padre Torres y la de santa Ángela de la Cruz?

Sí, podemos decir que tuvo lugar la unión de espíritus entre el padre Torres y santa Ángela, pues se dio una profunda sintonía espiritual que constituyó la base de la obra común que realizaron en la Iglesia: la fundación de la Hermanas de la Compañía de la Cruz. La historia de muchas congregaciones religiosas femeninas nos muestra la existencia en ellas de la doble figura de fundadora y cofundador. Y aunque los cauces por los que Dios manifiesta su voluntad son muy variados, uno de ellos es la unión de espíritus que se da entre ambos fundadores. Será un caso de amistad, de comprensión perfecta, entre director y dirigida. Dos almas que se encuentran y que van a buscar, unidas espiritualmente, la voluntad de Dios.

“No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera…” Estas eran las palabras que santa Ángela escuchó al padre Torres y repitió muchas veces a lo largo de su vida. ¿Cómo debemos interpretarlas los cristianos de hoy?

Debemos interpretarlas desde la humildad como ellos hacían. “Donde bajar es subir”, pues como nos dice el Evangelio: “El que se humilla será ensalzado”.

Por naturaleza humana en muchas ocasiones sale de nosotros el “ego”, que siempre es destructor, tanto para nosotros como para los demás. “No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera”, es una lucha contra nuestro propio egoísmo, gran enemigo del amor a Dios y al prójimo. Por lo tanto, la humildad es necesaria para no construir nuestro monumento al “yo”, y poder crecer en la vida virtuosa, contando siempre con la gracia de Dios.

Sobre la ceremonia de beatificación. ¿Qué rasgos destacaría de la liturgia de ese día?

La ceremonia de beatificación es el acto por el que la Iglesia católica propone al padre Torres como modelo e intercesor para todo el Pueblo de Dios, y autoriza su culto público en los lugares que la Santa Sede determina. Esto se hará durante la celebración de la Eucaristía en la Catedral, y tendrá lugar cuando el prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos declare beato al padre Torres.


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