Parroquias de Ntra. Sra. de la Candelaria y Blanca Paloma: Cuando la fe cambia un barrio
La “mirada del discípulo misionero” de las Orientaciones Pastorales Diocesanas se detiene en una estadística que sitúa a algunos barrios de la capital dentro de lo que denomina “la periferia de la pobreza”. Sevilla ostenta es triste récord de contar con tres de los cuatro barrios más pobres de España, y en esa lamentable panorámica hay que situar la zona de Tres Barrios-Amate. Allí también está la Iglesia.
Ahora que se celebra la Candelaria –el 2 de febrero-, cobra sentido lo que las parroquias de Nuestra Señora de la Candelaria y Blanca Paloma (Santa Teresa es la tercera de la zona) suponen para muchos vecinos del barrio: un referente de luz y de esperanza de cara no ya al futuro, sino al presente, a un día a día inevitablemente cargado de dificultades materiales.
Al frente de las parroquias hay un equipo sacerdotal formado por Francisco José Ortiz (como coordinador) y Manuel Sánchez. Llevan casi cuatro meses en la parroquia, un tiempo más que suficiente para darse cuenta de una realidad social y pastoral que ya han hecho suya. Si bien es cierto que lo primero que llama la atención de cualquier observador son las condiciones de vida en las que tienen que vivir los aproximadamente 17.000 vecinos del barrio, los párrocos tienen otra lectura más alentadora: “es verdad que en la barriada se observa un ‘efecto aluvión’, ya que está llegando mucha gente, pero eso no quita para que la feligresía sea sencilla, con unas creencias profundas”. Dest acan también el hecho de que “los que llevan más tiempo aquí se sienten muy identificados tanto con el barrio como, por supuesto, con su parroquia”.
Tanto Francisco José como Manuel se han encontrado con “una parroquia con vida, con sus limitaciones materiales, sí, pero una parroquia abierta, a disposición de todo el que necesita ser escuchado, atendido, cuidado…” Ambos se han marcado el reto de evangelizar “en medio de un contexto social másdescristianizado que otros”. Quieren unificar pastoralmente las dos zonas que atienden, “llevar a Jesucristo a un lugar donde algunos han podido llegar a creer que Dios no pinta nada”. Ortiz explica que “es verdad que hay que dar de comer al hambriento, pero no podemos perder de vista –aclara- que tenemos que llevar a Jesús a los hogares”. Cree que aquí está la clave para empezar a pensar en otro futuro distinto en el barrio: “si llevamos al Señor a las familias, a la gente que está sola, a los que nada tienen, cambiamos su perspectiva, llegamos al corazón y estoy seguro de que eso se traduce en un cambio de actitudes y costumbres, con lo que ello comporta”.
Variada presencia eclesial
Los sacerdotes no están ni mucho menos solos en esta tarea. La Iglesia cuenta con una presencia religiosa de muchos años, que se concreta en las comunidades de las Hijas de Jesús, la Doctrina Cristiana y las Hijas de Jesús, José y María. Todas están perfectamente incardinadas en la dinámica parroquial y “sin ellas todo sería más difícil aquí”, afirma el coordinador parroquial. También es significativa la presencia de colectivos de voluntarios que prestan una labor impagable en diversas tareas sociales. Entre ellos, Solidaridad Candelaria, que atiende a una creciente comunidad inmigrante; y AES, dirigida fundamentalmente a unos 400 niños y jóvenes.
Estos meses están suponiendo también un cambio de mentalidad para estos sacerdotes, quizás acostumbrados a otros esquemas y otras realidades que “poco tienen que ver con lo que estamos experimentando en la Candelaria y Blanca Paloma”. Aquí viven “de la sorpresa”, y reconocen que ponen continuamente su labor en las manos de Dios, “ya que la realidad de la pobreza determina mucho el carácter de la gente, y esto es algo que no podemos perder de vista nunca”, aclaran.
“El Señor sirve de fortaleza y ayuda a la gente más necesitada”
A pesar de los estereotipos que sobrevuelan sobre las vidas de los vecinos, Francisco José Ortiz se esfuerza continuamente en delimitar conceptos: “no siempre la pobreza se convierte en delincuencia, en drogas y demás. Hay gente que vive en una situación indescriptible pero, ojo, eso no significa que sean delincuentes”. Huye de discursos preconcebidos, ya que “si una cosa tengo clara es que el Señor sirve de fortaleza y ayuda a la gente más necesitada”.
“Estoy convencido de que la fe puede cambiar el barrio”, sentencia el coordinador de un equipo sacerdotal absolutamente convencido de que Dios se sirve de situaciones y detalles inverosímiles para cambiar unas dinámicas negativas a los ojos de los hombres.