Pascua del Enfermo| María Álvarez: “Me he visto en la necesidad de hablar a los pacientes de Dios”

Pascua del Enfermo| María Álvarez: “Me he visto en la necesidad de hablar a los pacientes de Dios”

María Álvarez (Sevilla, 1992), pertenece a la Pastoral de la Salud en la Parroquia Inmaculada Concepción y se dedica profesionalmente a la enfermería desde el 2016. Actualmente trabaja en Atención Primaria del Servicio Andaluz de Salud, en un centro de un pueblo de Sevilla.

“Hay una frase que me encanta de una famosa enfermera teorizadora, Virginia Henderson, que creo que describe perfectamente la fusión de ambas vocaciones: Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña. En aquellas situaciones donde hay tal sufrimiento que ni consuelo podemos ofrecer, siempre nos quedará algo: simplemente acompañar, escuchar, estar ahí y como cristianos, tener presente a esas personas en nuestras oraciones para que Dios sea el que les consuele”, apunta Álvarez.

Tras acabar el bachillerato y presentarse a la selectividad, realizó el ciclo superior de Higiene Bucodental y posteriormente, el Grado Universitario de Enfermería en la Universidad de Sevilla.

¿Cómo surgió su vinculación con la Pastoral de la Salud?

Desde muy pequeña, he sentido la necesidad de ayudar a otros. Siempre me acercaba a aquel niño/a que lloraba en el colegio y le intentaba consolar.

Por mi profesión he visto el sufrimiento en todos sus ámbitos, pero cuando he ido a los domicilios a prestar atención sanitaria es cuando he conocido realmente cuánta soledad, miedo, abandono, aislamiento, tristeza, desesperación… se vive dentro de muchos hogares. Con la pandemia (COVID), todo esto empeoró. Las fuertes restricciones de contacto humano que impedían entrar en el espacio cerrado de una casa, hicieron no querer ser visitado por miedo a que te contagiaran. Y unido a la desconfianza a que alguien desconocido entre en tu hogar, se desencadenó un profundo debilitamiento de la Pastoral de la Salud de muchas parroquias. Y una de ellas fue la mía. Dado que he conocido de cerca el sufrimiento físico y espiritual de muchas personas aisladas en sus casas, cuando descubrí el bien que realiza esta pastoral decidí ayudar a reactivarla y poder acercar a Dios y a la parroquia a las personas que más lo necesitan y que están pasando por momentos difíciles.

«Dar esperanza en la tristeza» es el lema de la Jornada del Enfermo elegido para este año. ¿Cómo vive desde su servicio a la Pastoral de la Salud esta premisa?

Tristeza. Creo que el gran problema de este siglo, podría ser la ansiedad y la depresión, el desasosiego, la desesperanza, es decir, el sin sentido de la vida. Lo veo diariamente en mi trabajo. Personas que consultan a los servicios médicos por crisis de ansiedad, intentos de suicido, intoxicaciones por alcohol o drogas, agresiones y hasta problemas físicos desencadenados por problemas psicológicos de base.  La vida puede llegar a ser muy difícil y podemos tener un gran sufrimiento.

Cuando veo por lo que están pasando muchas personas y no son creyentes, pienso que debe ser muy difícil, si no es imposible, superarlo sin la ayuda de Dios.  Por mi propia experiencia, ha habido situaciones en las que lo único que me consolaba era Dios. Por lo que puedo dar testimonio de que, aunque los problemas no hubieran desaparecido y nada hubiese cambiado, el sufrimiento cobraba un sentido con Él. He podido experimentar esa paz que solo Dios puede poner en tu corazón.

Por ello intento transmitir a las personas la esperanza en el sufrimiento, que Dios es misericordioso y que nos ama tal como somos, con nuestros defectos y virtudes, con nuestras incapacidades e insuficiencias. Como bien dice el refrán popular: “Dios aprieta, pero no ahoga”, invita a las personas a confiar en la providencia divina cuando se ven agobiadas por las necesidades. Pienso que Dios nunca nos va a mandar nada que no seamos capaces de superar o llevar con su ayuda y que todo tiene un por qué.

Enfermera cristiana …

Pues sí. Cuando iba a elegir qué carrera estudiar, estaba indecisa entre varias, pero finalmente me decanté por la enfermería porque me permitía tener un contacto directo con las personas, pero, además, en todos sus ámbitos. Es decir, cuidar de forma holística. Confieso que en más de una situación en el trabajo al ver ese sufrimiento tan duro por el que pasaban, me he visto en la necesidad de hablar a los pacientes de Dios.

Hay una frase que me encanta de una famosa enfermera teorizadora, Virginia Henderson, que creo que describe perfectamente la fusión de ambas vocaciones: “Si puedes curar, cura. Si no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña.” En aquellas situaciones donde hay tal sufrimiento que ni consuelo podemos ofrecer, siempre nos quedará algo: simplemente acompañar, escuchar, estar ahí y como cristianos, tener presente a esas personas en nuestras oraciones para que Dios sea el que les consuele.

¿Cómo animaría a otras personas a sumarse a este servicio de atención a los enfermos?

Es cierto que a veces puede ser duro conocer las realidades de las personas y puedes hasta llegar a sentirte impotente, pero puedo decir que es una experiencia más gratificante que compasiva.  Es una experiencia que no solo ayuda al otro, sino que enriquece y hace sentirse bien al que presta este servicio, porque cuando uno se dona recibe más de lo que entrega.

Con un poco de tu tiempo, puedes alegrar el alma de una persona, aunque solo sea escuchándola. Puedes hacer su carga un poco menos pesada, al menos durante un ratito. No tienes que decir ni hacer gran cosa. Solo estar y me consta que ellas quedan muy agradecidas. Es algo que recomiendo probar, sin duda alguna, ya que es una forma de vivir el evangelio.

¿Qué le ha aportado espiritual y humanamente la Pastoral de la Salud?

Me ha aportado, y me aporta bastante. Es cierto que llevo poco tiempo en esta Pastoral, pero puedo decir que me sorprende ver cómo estas personas después de tanto sufrimiento siguen adelante. Aportan mucho a la sociedad, son un ejemplo de resiliencia humana. Cuando te cuentan su historia y puedes ver la acción de Dios en sus vidas, cómo Dios les da la fuerza para seguir día a día y superarse, es impresionante. Me enseña a no escandalizarme del sufrimiento ajeno.

Por otra parte, ver el sufrimiento de los demás me denuncia mi egoísmo cuando pienso solo en mis problemas. Pues me recuerda que tengo que dar gracias a Dios de todo lo que me da y también, de aquello que no me da.  Me quedo con esa alegría cuando les llamas por teléfono para decirle que vas a ir visitarlo, esas: … ¡Gracias! ¡Gracias!, y ver esos ojos iluminados cuando llegas a su casa.


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