Pascua del Enfermo | Reyes Herrera y José Gómez: “Nuestra confianza, fuerza y consuelo está en el Señor”
Cualquiera que pase un rato con Reyes Herrera (Sevilla, 1963) y Pepe Gómez (Madrid, 1965) sale reconfortado e inspirado, porque con gran naturalidad, sin grandilocuencias y sin proponérselo, transmiten a Dios en cada gesto, en cada palabra y en cada sonrisa.
Su matrimonio ha pasado por numerosas pruebas. Probablemente la más dura ha sido acompañar la enfermedad de sus dos hijos varones. En su familia padecen una enfermedad rara que afecta al nervio óptico y provoca pérdida de visión grave. Tienen varios casos en la familia y lejos de caer en la desesperanza, “recogimos el ejemplo de mis hermanas y sobrinos que iban por delante y habían normalizado la situación con mucha alegría”. De esta forma, la familia creó una asociación con los objetivos de ayudar a todo afectado que debutara con la enfermedad y en ese momento se encuentra perdido. Otro fin era conseguir que se investigue la enfermedad. “En poco tiempo éramos más de 300 socios y hoy ASANOL trabaja en investigación con profesionales a nivel internacional, con laboratorios, encuentros y congresos médicos…”
¿Cómo ha afectado la enfermedad de sus hijos a su vida matrimonial y familiar?
Nosotros éramos una familia “normal” con el día a día de una familia cristiana. Pero “mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”, dice el Señor. Aprendimos a amar y abrazar la cruz y creernos eso de que a los que aman al Señor todo es para bien. No es fácil ver sufrir a un hijo, y si ya son dos ¡imagina! Como padres es muy duro, pero sabes que Dios nunca te deja.
Yo como madre una vez pregunté “por qué”, pero luego lo cambié en “para qué”. No necesitaba explicaciones, sé que Dios quiere a nuestros hijos y nos puso a muchos ángeles en forma de hermanos, sobrinos, cuñados, amigos y sacerdotes (destacamos especialmente a Álvaro Pereira) que nos llevaban en volandas; sentíamos el cariño de Dios que nos acariciaba y confiábamos en Él, aunque el dolor estaba ahí no salimos a correr.
¿Cómo fue el proceso con sus hijos?
Cuando nuestro hijo pequeño perdió la vista yo le dije que nos quedaban dos opciones: o nos sentábamos a llorar o luchábamos. Él con diez años lo tenía claro: lucharía y sigue luchando. Siempre ha prevalecido la esperanza y la normalidad. Nuestro hijo decía que podía hacer lo mismo de diferente manera. Ahora es independiente, trabajador de la ONCE y deportista con una trayectoria importante.
Cuando apenas había trascurrido un año del debut del pequeño, nuestro otro hijo debuta con la enfermedad en plena adolescencia uniéndose a ello el problema de ansiedad que padecía. Más tarde le diagnosticaron trastorno límite de la personalidad. Nuestro hijo tuvo una gran cantidad de personas buenas -además de la familia- que le daban la vida: los amigos del Sarus, de Cursillos, de la Parroquia de San Sebastián…
Vivimos numerosos ingresos en hospitales, situaciones extremas que obviamente afectó a nuestro matrimonio, unido a una crisis económica, pero Dios nos puso a las personas adecuadas en el momento preciso. Después de un proceso, participamos en un retiro del Proyecto de amor Conyugal que fue un antes y un después en nuestro matrimonio. Un milagro de la Virgen como los muchos que se ven en todos los retiros: matrimonios viviendo separados que se unen, con fecha de divorcio y deciden construir de nuevo su matrimonio.
Por otro lado, queremos destacar también el testimonio de nuestra hija que, al igual que mis sobrinas, es una valiente y, aun siendo portadora, está abiertas a la vida y ha sido madre del niño más alegre, simpático y guapo del mundo, un regalo de Dios.
A raíz de la enfermedad psiquiátrica de vuestro hijo, además de padres, también habéis desempeñado el rol de cuidadores. ¿Cómo se lleva esto?
Dentro de nuestro día a día intentamos cuidar a nuestro hijo de la mejor manera posible, a veces con persona remuneradas o tirando de la familia, pero el día a día es intentar que nuestro hijo esté bien, sufra lo menos posible e intentar acompañarlo; decirle que estamos con él, pero a veces su dolor es más fuerte de lo que podamos hacer. Nos gustaría hacer más, pero nos equivocamos y nuestra confianza, fuerza y consuelo está en el Señor que no nos deja. Son tantas las personas que quieren a nuestro hijo, le dedican su tiempo y rezan por él y por nosotros, que habría que inventar otra palabra que lo expresara porque las gracias se quedan muy chicas.
Con esta situación, después de tantos años, hemos sufrido, luchado y reído; hemos invitado siempre a la esperanza y seguimos, a pesar de que para la Administración Pública la salud mental es la “cenicienta” de la sanidad. No hay recursos para estos enfermos y somos las familias las que, a base de dinero, tenemos que buscar soluciones para nuestros hijos. Muchos se quedan en el camino o no tienen recursos y en vez de avanzar, tenemos más obstáculos y más burocracia. Lo de Andalucía es lamentable. Desde AVANCE (Asociación en Defensa de la Atención a los Trastornos de Personalidad) trabajamos por dejar de ser invisibles, pero no se avanza y acabas pagando un centro en ocasiones fuera de tu ciudad. Los políticos deben plantearse que estos enfermos y sus familias ya sufren demasiado para que no se les ofrezcan recursos. A esto hay que añadir la pregunta de quién cuida a los cuidadores. Es agotador el día a día, y lo complican dificultando los trámites para hacer cualquier gestión. Por ejemplo, un traslado de expediente o cambio de PIA supone dos años.
Esta experiencia, sin duda, ha marcado vuestra vida de fe, pero ya desde la juventud albergabais una gran sensibilidad por los actos de piedad, la formación y el cultivo de la vida espiritual, ¿no es así?
Sí. Ambos procedemos de familias religiosas donde el mayor regalo que recibimos de nuestros padres fue la fe, por lo que les estaremos siempre profundamente agradecidos. Posteriormente, participamos en la FRATER (Fraternidad Cristiana De Enfermos Y Minusválidos) y en el Movimiento de Cursillos de Cristiandad. Comprendimos que los pilares de nuestra vida de fe tenían que ser la perseverancia, los sacramentos, la formación y la comunidad.
¿Cómo fue vuestro noviazgo? Cuando os casasteis, ¿eráis conscientes de qué significaba el matrimonio cristiano?
Éramos amigos que nos conocimos precisamente en un ambiente de fe y de la amistad pasamos al compromiso del noviazgo. Sabíamos que durante este período teníamos que contar con Dios y así lo hicimos, participando en encuentros y convivencias. Dentro del Movimiento de Cursillos de Cristiandad recibimos nuestro cursillo prematrimonial. Como todos los jóvenes llevábamos una vida propia de nuestra edad, intentando ser coherentes con nuestra fe.
En cuanto a esta preparación ante el matrimonio, nos preparamos conscientemente para ello y voluntariamente estuvimos de retiro en Pueblo de Dios. Siempre tuvimos claro que nuestro matrimonio iba a ser de tres, contando con Dios en medio. De hecho, simbolizamos esto con tres claveles en el reclinatorio. Nuestro objetivo primordial era hacer feliz al otro.
¿Cómo habéis cuidado vuestra espiritualidad conyugal durante estos años?
Al principio formando parte de la comunidad de la FRATER y de Cursillos de Cristiandad. Viviendo los sacramentos, no como ahora indudablemente. Más tarde, en nuestra Parroquia de San Sebastián, que era nuestra familia, iniciamos un grupo de matrimonios con algunas parejas y don Manuel de los Santos. También estuvimos muchos años de catequistas y como padres en el grupo Scout. Pero cuando nuestra espiritualidad conyugal ha llegado a ser más auténtica y coherente ha sido a través del sufrimiento que nos produjo una gran crisis que vivimos. Es ahí cuando gracias a don Isacio, nuestro párroco, y nuestros amigos Fernando y Ana, hicimos el retiro de Proyecto Amor Conyugal. En ese momento reestructuramos todos nuestros valores, prioridades y acogimos la oración conyugal diaria, así como la Eucaristía, la reconciliación y nuestro matrimonio al servicio de otros matrimonios
¿Qué os aporta Proyecto Amor Conyugal como matrimonio? ¿Qué destacaríais de su carisma?
Todo: vivir el matrimonio como Dios lo pensó, saber que tenemos que buscar la santidad a través de nuestro cónyuge, ver al otro como un don. Nos aporta servir al otro amándolo como Cristo nos amó en la cruz, no exigiendo, sino sospechando de uno mismo y dándose. El mejor mensaje que aprendimos fue que cuando menos se lo merece, es cuando más me necesita.
El proyecto profundiza en la vocación conyugal como camino de santidad y ante el sufrimiento de muchos matrimonios ponemos nuestros dones al servicio de María, que nos protege y nos sostiene como Madre y obra milagros. De hecho, muchos matrimonios descubren cómo vivir el matrimonio como Dios lo pensó a través de las catequesis de san Juan Pablo II.
Además, sois monitores de cursillos prematrimoniales, ¿por qué creéis que son necesarios para los novios próximos a casarse?
Para el sacramento del sacerdocio hacen falta más de cinco años de preparación. Para bautizarse o hacer la primera comunión hay que hacer catequesis de más de un curso… Sin embargo, para uno de los sacramentos más importantes que es el del matrimonio, a penas con un fin de semana o varios días a la semana, ya creemos que estamos preparados. Hay una realidad que nos obliga a esforzarnos en la formación de los novios que deciden dar el paso al sacramento del matrimonio. Los cursillos prematrimoniales son muy light para como deberían ser. Son los mismos novios los que, tras hacer el cursillo, reconocen que necesitan más formación para dar ese gran paso. El sacramento del matrimonio no es un contrato de convivencia, es algo mucho más grande, profundo y apasionante.
Desde Proyecto Amor Conyugal se apostó fuerte por esta realidad y ya se están haciendo retiros para novios que son una auténtica bomba para ellos. Y nos consta que desde la diócesis se está empezando a plantear la formación para antes de casarse con más contenido.