“Pero allí están los misioneros…”
El último día del año, el Papa Francisco recibía en el Aula Pablo VI a los niños participantes en el 40 Congreso Internacional de los “Pueri Cantores”. Los niños le hicieron preguntas que él respondió con su acostumbrada espontaneidad. Uno de ellos le preguntó en qué soñaba convertirse él, ahora Papa, cuando era niño. El Papa le contestó que carnicero, porque, en el mercado al que iba con su madre, le gustaba mirar la habilidad de uno que cortaba con mucho arte la carne. La niña también le preguntó, en la misma pregunta y con la lógica aplastante de los pequeños, si el mundo cuando ella fuese mayor sería mejor que el que veía ahora en televisión.
El Papa le dijo que esta pregunta “es seria”. “Es verdad lo que dices. Hoy hay tanta gente que sufre en el mundo. Hay guerras. ¿Pero cuántas guerras hay? En África, pensad cuántas guerras. Oriente Medio, donde nació Jesús, está todo en guerra. Ucrania, guerra. En tantos lugares. En América Latina hay guerras. ¡Son cosas feas! ¿Y qué hacen las guerras? Hacen pobreza, hacen dolor, hacen mal. Sólo cosas tristes… Pensad en los niños. Vosotros, chicos y chicas, niños y niñas, tenéis el don de Dios de poder cantar, de ser felices, de vivir la vida cristiana como decía San Agustín. ¿Cómo era lo que decía San Agustín? [Responden: “Canta y camina”], pero en el mundo hay niños que no tienen qué comer; hay niños que no pueden ir a la escuela, porque hay guerra, pobreza, y no hay escuelas; hay niños que, cuando se enferman, no tienen la posibilidad de ir al hospital. Rezad por estos niños. ¡Rezad! ¿Pero el mundo será siempre así? El mundo puede mejorar. Pero hay algo de lo que a nadie le gusta hablar, pero de lo que se debe hablar: en el mundo hay una lucha entre el bien y mal – dicen los filósofos-, la lucha entre el diablo y Dios. Todavía está esto. Cuando a alguno de nosotros le vienen las ganas de hacer una maldad, esa pequeña maldad es una inspiración del diablo, que, a través de la debilidad que ha dejado en nosotros el pecado original, nos lleva a esto. Se hace el mal tanto en las pequeñas cosas como en las grandes; tanto en las guerras como – por ejemplo – cuando un chico o una chica es mentiroso: es una guerra contra la verdad de Dios, contra la verdad de la vida, contra la alegría. Esta lucha entre el diablo y Dios dice la Biblia que seguirá hasta el fin. Esto está claro, ¿no? ¿Lo habéis entendido? Está claro. Todos nosotros tenemos dentro un campo de batalla. Se lucha entre el bien y el mal, todos nosotros. Tenemos gracias y tentaciones, y debemos hablar con el párroco, con el catequista de estas cosas para conocerlas bien. Esto es lo primero. Lo segundo: hay tantas cosas buenas en el mundo, y yo me pregunto: ¿Por qué estas cosas buenas no se publicitan? ¿Por qué parece que a la gente le guste más ver las cosas malas y escuchar las malas noticias? Pensemos en África: tantas cosas malas, tantas guerras – como he dicho – pero están los misioneros, sacerdotes, hermanas, que han gastado toda su vida allí, predicando el Evangelio, en pobreza… Cuando el mes pasado fui a África, he encontrado a algunas monjitas… pienso en una de 83 años, era italiana, y me ha dicho ‘desde que tenía 26 años estoy aquí’. ¿Por qué no se ve en televisión una familia que educa bien, que educa bien a un hijo? ¡No se ve! ¿Por qué hay esta atracción hacia el mal?: parece que gusta más ver las cosas malas que las cosas bellas, las cosas grandes. El diablo hace su parte – esto es verdad -, pero también Dios hace su parte: ¡tanta gente santa! No sólo en las misiones, sino también en el mundo, en el trabajo, en las familias; tantos padres, tantos abuelos y abuelas que siguen adelante con la enfermedad, con los problemas; y esto no se ve en la televisión. ¿Por qué? Porque esto no da rating, no da publicidad… Aquí en Italia he descubierto muchas asociaciones, hombres y mujeres, que dan parte de su propio tiempo para ayudar, para acompañar, para cuidar enfermos. Esto es bueno. Pero esto no se ve en la publicidad. ¿Es esto verdad o no? Si tú quieres tener rating – sea periodístico, sea televisivo o lo que quieras – haz ver sólo las cosas feas; con las cosas buenas la gente se aburre. O quizá no saben presentar o hacer bien las cosas, que se vean bien las cosas buenas.
Cuando tú [dirigiéndose a la niña que había hecho la pregunta] ves la televisión, en tu casa, acuérdate de estas dos cosas: hay una lucha en el mundo entre el bien y el mal, hay muchos niños que sufren, hay guerras, hay cosas malas, porque la lucha es entre Dios y el diablo; pero piensa también en mucha gente, mucha gente santa, mucha gente que da la vida por ayudar a los demás, para rezar por los demás. Pero, ¿por qué en la televisión no se ve a las monjas de clausura que pasan la vida rezando por todos? Esto no interesa… Quizá interesan más las joyas de una firma importante, que se enseñan… las cosas que hacen las vanidades. ¡No nos dejemos engañar! En el mundo hay cosas feas, feas, feas, y este es el trabajo del diablo contra Dios, pero hay cosas santas, cosas santas, cosas grandes, que son obra de Dios. Están los santos escondidos. Esta palabra no la olvidemos: los santos escondidos, los que no vemos. ¿De acuerdo?”.
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