Racismo y fobias, un atentado a la dignidad humana
De acuerdo con la RAE, el racismo es la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive. La misma RAE define fobia como angustia por un riesgo real o imaginario. En el Evangelio, la parábola de Jesús y la samaritana nos da luz sobre muchos de nuestras contradicciones actuales. Tenemos rechazo a lo diferente, quizás nos da miedo, inseguridad, pero este hecho llevado a la persona genera mucho dolor e injusticia.
La parábola de la samaritana la podemos encontrar en Juan (4:1-42). Dice el texto del evangelista: Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. Judíos y samaritanos no se tratan entre sí, esta es la base humana de la parábola, que contiene una sublime proyección trascendente. A escala local hemos oído estos días el término “madrileñofobia”. Una fobia más, generada por miedo a lo desconocido. ¿Nos contagiarán la COVID-19 esos madrileños que vienen al sur como siempre han venido?
Decía el Inquisidor General de Sevilla, Celso de Guevara, en la serie televisiva La Peste de que la verdadera enfermedad era la ignorancia. Pero tenemos otras fobias, quizás incrustadas en nuestra vida. En estos tiempos desgraciados hemos visto aporofobia o fobia al pobre, en el sentido definido por Adela Cortina en su libro Aporofobia (2017, Paidós), que temo ya padecíamos antes, por si nos podría contagiar la Covid-19. También ha habido gerontofobía, al ser las personas mayores quienes más han sufrido la enfermedad. Ha habido personas que miraban a los mayores con miedo. De los 27.310 fallecidos por la Covid-19, 20.000 han sido personas mayores muertas en residencias. Es decir el 60% de los fallecidos en España son personas mayores de 70 años en residencias, una gran parte en Madrid. Esto merece un análisis riguroso y explicaciones completas, aún no recibidas.
En estos tiempos miramos al otro con sospecha, somos una sociedad bajo sospecha de transmitir el virus. Zygmunt Bauman (Vida líquida, 2005, Austral) nos habla de la vida líquida. Una sociedad líquida, como contrario a una sociedad sólida, definida por la precariedad y la incertidumbre. El Sars-2-coronavirus nos ha enfrentado a nuestras contradicciones. Esta sociedad tiene que superar el estado del miedo y la sospecha, porque la instalación este tipo de modelo social nos aleja no solo de la democracia, sino de la humanidad, lo que nos hace personas. Gerontofobia y aporofobia, pero tenemos otras fobias que socavan nuestra vida en común: xenofobia, homofobia y otras fobias sociales. Debemos superar nuestras fobias y encontrarnos con quien es diferente, en nuestro destino común, trascendente para los creyentes. Todos somos iguales, no podemos discriminar a nadie. No cabe el desprecio o la ignorancia con los diferentes. El Papa Francisco nos llama a ello.
Pero hay una lacra terrible que una vez más ha emergido: el racismo. El racismo estructural o sistémico esta cristalizado en algunas sociedades y, me temo, también en la nuestra donde afortunadamente su expresión es residual. Hemos visto estos días imágenes muy duras en relación con la terrible muerte de George Floyd, inconcebible que pueda existir un hecho así entre seres humanos. Ha habido una respuesta mundial inmediata, la gente se ha echado a la calle. Un clamor unánime contra el racismo. Esperemos que todo esto sirva para que hechos así nunca vuelvan a repetirse. Eliminemos todas nuestras fobias sociales y recordemos el pasaje evangélico de Jesús y la samaritana, la actitud de Jesús con alguien distinto de acuerdo con la sociedad de la época, pero no para Jesús, el Hijo de Dios. Todo un ejemplo para nuestras vidas.
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