Archidiócesis de Sevilla

A la entrada de la Catedral de Sevilla, en la sala de exposiciones, se encuentra el retrato de San Fernando pintado por Bartolomé Esteban Murillo, el pintor nacido en Sevilla en 1618. Fue seguidor del pintor Juan del Castillo, hasta que se independizó a los 20 años. Después de una gran aceptación en su tiempo, murió en Sevilla en 1682.

En 1660 fundó la Academia para el estudio de la pintura, en la que estuvieron también los principales pintores de aquel tiempo. Esta fue el origen de la actual real Academia de Bellas Artes de Sevilla.

Este retrato de San Fernando, según Mayer, fue pintado en 1671. En esta obra destaca la emotiva expresión del rostro del Santo Rey con sus ojos vueltos hacia el cielo; sostiene en sus manos la espada y la bola del mundo, símbolo de su misión de conquista y de gobierno (Prof. Enrique Valdivieso).

Este retrato se ha convertido en el prototipo de la iconografía de San Fernando. Además de la inspirada expresión de su rostro, llama la atención el realismo con que está pintada su capa de armiño. En esta obra ha sabido unir Murillo la realeza de su porte, con la espiritualidad interior que se refleja en el exterior.

De las muchas representaciones de San Fernando, este retrato de Murillo es la más completa representación de su figura. En esta obra se pone de manifiesto las cualidades que escribió de él, después de la conquista de Sevilla, el cronista árabe Al-Himyari: era un hombre dulce, con un gran sentido político. Estas cualidades aparecen en símbolos reales. No era fácil expresar estas dos cualidades en una obra pictórica, y esto lo consigue el gran artista sevillano Bartolomé Esteban Murillo.