«San Juan Bosco entre nosotros»

«San Juan Bosco entre nosotros»

Don Bosco nació en Los Becchi  (Italia) el 16 de agosto de 1815. Ejerció su ministerio sacerdotal en Turín donde murió el 31 de enero de 1888. La visita de sus reliquias puede ser considerada como el cumplimiento del deseo que Don Bosco abrigó  al final de su vida de venir a nuestra tierra andaluza y que no pudo cumplir.

En nuestra Archidiócesis ya se le conocía y estimaba en vida y, por ello, se le solicitó una fundación. Fue el cardenal Lluch y Garriga quien, con el Marqués  de Casa Ulloa, obtuvo dicha fundación, la primera de España,  en la mariana ciudad de Utrera. A esta primera presencia siguió la fundación de la Trinidad en Sevilla. También de Hijas de María Auxiliadora  se hicieron presentes. No puedo dejar de mencionar  al Beato Cardenal Spínola, gran admirador de Don Bosco. En 1884 escribió el opúsculo titulado “Don Bosco y su obra” y mantuvo correspondencia epistolar apreciable con el Santo, siendo además el primer  cooperador salesiano  de España.

Sé muy bien que, con ocasión del bicentenario, la familia salesiana ha hechos suyos dos lemas muy sugestivos: “Conocer a Don Bosco” y “Volver  a Don Bosco”. Ambos me parecen muy aleccionadores. El Rector Mayor de la Congregación Salesiana, Don Pascual Chávez, insiste en la necesidad de conocer a Don Bosco resituándolo en la historia. El mismo ha trazado un perfil muy novedoso del Santo. Presenta su figura integral como Fundador, Legislador, Educador  y  Maestro  de  espíritu. No cabe duda de que, movido por el Espíritu y con el auxilio de María, Dios lo colocó en la luminosa estela carismática  de los grandes fundadores.

 

En su proyecto fundacional los laicos tienen un papel decisivo.  Don Bosco fundó cuatro instituciones: la Sociedad de San Francisco de Sales o Congregación Salesiana, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora con Santa María Mazzarello, y  las Asociaciones de Salesianos Cooperadores y de María Auxiliadora.. A los grupos originarios se han ido añadiendo otras, entre los que tiene un peso muy grande la Confederación Mundial  de ex alumnos.

El paso de las Reliquias es un grito que llama a vivir  con alegría y fidelidad las características del carisma salesiano, que Don Bosco plasma como legislador en las Constituciones y Reglamentos de las casas salesianas. En ellas, con un gran sentido de lo concreto, parte de la experiencia carismática vivida en el Oratorio de Turín-Valdocco.

Otro rasgo del perfil de Don Boso es su condición de educador. Don Bosco aporta a la educación  cristiana de los  jóvenes un estilo peculiar donde prima el espíritu de familia y donde impera la Razón, la Religión  y  el Amor, triada básica  del sistema  preventivo. Su pedagogía es la pedagogía del corazón porque a los jóvenes se les habla con el corazón.  El paso de las Reliquias es un grito que llama a los educadores salesianos en las peculiares condiciones en que tienen que ejercer hoy su misión a no olvidar estos principios fundantes de la pedagogía salesiana.

El  cuarto rasgo de Don Bosco es su condición de Maestro del espíritu. Su espiritualidad  está profundamente inspirada en san Francisco de Sales. El “da mihi animas” es el lema que expresa la centralidad de Dios y la entrega sin límite a los jóvenes. El Oratorio de Valdocco fue escuela de santidad como lo sería  un día Mornese con Madre Mazzarello. La Iglesia ha puesto su sello a  esta escuela da santidad  canonizando y beatificando a algunos miembros, religiosos y laicos, de la Familia Salesiana. El paso de las Reliquias entre nosotros es un grito que nos llama a ser santos.

Por  último, otro de los lemas del bicentenario es “volver  a Don Bosco”. No se trata  ciertamente de una vuelta  mimética. No podemos huir de la época que nos ha tocado vivir. Pero hemos de afrontarla como la afrontaría  Don Bosco, amando a Jesucristo y a la Iglesia con pasión.  Hoy no es fácil  evangelizar a los jóvenes en un “mundo liquido”, en expresión  del sociólogo polaco Bauman.   Hoy es líquido el amor, líquida la familia, líquida la identidad  Sin estabilidad  no hay posibilidad de echar raíces, de dar  hondura a la persona para que crezca. Estoy convencido de que la creatividad  y audacia misionera de los salesianos, les llevará, impulsados por el “da mihi animas”, a renovar y enraizar con nuevos bríos el ardor apostólico con los jóvenes.

Conocer  a Don Bosco y volver a Don Bosco es  un camino entusiasmante  en el que no faltará la guía y la presencia materna y alentadora de María Auxiliadora. Don Bosco, desde el cielo, sigue intercediendo por la Familia Salesiana y por los jóvenes.  El paso de sus Reliquias por nuestra Archidiócesis será una gracia actual que nos ayudará a vivir con hondura el Año  de la Fe que pronto inaugurará el Papa Benedicto XVI.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla


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