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Santa Ana con la Virgen Niña y san Joaquín, del monasterio de las mínimas de Triana

El mes de julio se acerca a su fin con una fiesta de gran arraigo popular en nuestra Archidiócesis, la de santa Ana y san Joaquín, padres de la Virgen María. Cañada del Rosal, Dos Hermanas, Estepa o Triana sobresalen por su devoción a los abuelos del Señor. Presentamos hoy estas esculturas de pequeño formato que pertenecen a las mínimas de Triana.

Estas dos pequeñas imágenes, miden apenas 21 centímetros, se encuentran en la clausura del Monasterio de Nuestra Señora de Consolación, conocidas popularmente como las Mínimas de Triana. Ambas están atribuidas al escultor José Montes de Oca y León (1676-1754) por el historiador Salvador Guijo, quien señala las semejanzas de estas dos obras con otras imágenes de este artista sevillano, como los relieves del altar de san José de la Parroquia de San Isidoro de Sevilla o las imágenes de la abuela del Señor que se encuentran en la Parroquia de Nuestra Señora de las Virtudes de la Puebla de Cazalla, así como las de Morón de la Frontera y la Colegial del Salvador de la capital.

Tanto santa Ana como san Joaquín están realizados en madera policromada y se muestran sedentes en unos sillones barrocos dorados. La madre de la Virgen presenta la iconografía de santa Ana maestra, sosteniendo en sus rodillas un libro que muestra a su Hija, a la que dirige su mirada, mientras le coge su pequeña mano, como enseñándole a leer. La Niña María aparece representada como la Inmaculada, es decir, vestida con túnica blanca y manto azul, éste último salpicado de estrella doradas, y coronada. Como indicaba san Juan Pablo II, “en el umbral del Nuevo Testamento, san Joaquín y santa Ana preparan la venida del Mesías, acogiendo a María como don de Dios y ofreciéndola al mundo como inmaculada «arca de la salvación».

La madre de la Madre de Dios, por su parte, lleva una túnica verde y un manto rojo bajo el cual se distingue un velo blanco. Destaca, a pesas de su pequeño tamaño, la calidad de la policromía y el estofado en oro, que presenta diferentes motivos vegetales, flores y estrellas.

San Joaquín se muestra igualmente sentado en un trono similar al de su esposa, inclinando levemente su cabeza a un cordero que se encuentra a su izquierda en posición erguida, y al que dirige su mano en ademán de acariciarlo. Sin embargo, el investigador anteriormente citado, apunta la posibilidad de que en la otra mano sostuviera un cuchillo, hoy perdido, que aludiría al sacrificio que san Joaquín ofrece en el templo tras la concepción inmaculada de María, según relata el protoevangelio de Santiago (IV.3; V.1) y el evangelio del pseudo Mateo (III.3).

El abuelo del Niño Jesús viste una túnica de tonos verdes, igualmente estofada en oro, sobre la que lleva lo que parece ser un chaleco pastoril, completando su iconografía una especie de turbante que cubre su cabeza.

Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural


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