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Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo A)

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

 Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».  Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».  Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.  El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.  Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.  El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.  Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.  Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

 Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

  Juan 6, 51‑59

Comentario de Antonio J. Guerra

Dt 8,2-3;14b-16a; Sal 147; 1Co 10,16-17; Jn 6,51-58

En el Deuteronomio Dios es presentado como un pedagogo que pone a prueba a Israel durante los cuarenta años de éxodo por el desierto para comprobar si guarda o no los preceptos divinos. A su vez, Dios da muestras de un amor exquisito de padre que se traduce en facilitar el sustento diario, el maná, pan que prefigura el Pan bajado del cielo (evangelio). El maná ayudará a Israel en su peregrinación por el desierto hacia la tierra prometida, ayuda que servirá para recordar siempre a este Dios providente, pues de su boca saldrá lo necesario para que el pueblo tenga VIDA en abundancia.

San Pablo recuerda a los corintios el efecto que tiene participar en los banquetes idolátricos: la comunión con el ídolo. De esta manera, el banquete eucarístico pone en comunión con el mismo Cristo. Será esta comunión la que realice la unidad íntima de los cristianos con el Señor: al participar de un solo pan forman un solo cuerpo.

El evangelista san Juan propone a Jesús como el pan necesario para gozar de la VIDA que Dios dispensa: quien quiera tener la VIDA de Dios tendrá que hacer comunión con Jesús, comer de su carne y beber de su sangre. La Eucaristía obra así el gran milagro: recibir a Jesús y, al mismo tiempo, insertarnos en Él. Jesús viene a nosotros para comunicarnos su vida de unión con el Padre y, por otra parte, nos enseña a orientar nuestra vida hacia Dios. Este es un misterio de amor que une a Dios con el hombre: formar un único cuerpo en el que Cristo está a la cabeza dirigiendo el peregrinar de los hombres hacia el Padre.

Para profundizar:

  1. No solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios”.
  2. El amor de Dios lo transforma todo: “Envía, Señor, tu Espíritu, para que este pan y este vino se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo”.
  3. COMUNIÓN: la entrega de Jesús nos logra la UNIÓN con Dios, la UNIÓN entre nosotros, y la UNIÓN con Él.

CARTA DOMINICAL

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