Solemnidad de la Ascensión del Señor (2017)
Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra
En aquel tiempo, Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».
San Mateo 28, 16‑20
Comentario de Álvaro Pereira
Tras los encuentros pascuales que hemos ido escuchando estas semanas, Jesús sube al cielo en su ascensión y los discípulos son enviados a la misión. Las lecturas de este domingo indican estos dos movimientos.
En primer lugar, Jesús asciende al cielo y se oculta tras la nube (Hch 1,10). “¡Ay! nube envidiosa […] ¡Cuán rica tú te alejas! ¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!”. Así decía nuestro poeta y místico Fray Luis de León. ¿Es esta nube un simple detalle histórico? Benedicto XVI en su Jesús de Nazaret, tomo II (pp. 327-329) desentraña la significación profunda de la nube. La nube ha ido apareciendo a lo largo de la historia de la salvación: en el desierto, la nube divina precede a Israel (Ex 13,21s); en la anunciación, el ángel promete a María que el poder del Altísimo “la cubrirá con su sombra” (Lc 1,35); y en la transfiguración, Dios habla desde la nube (Lc 9,34-35). En estos textos, la nube evoca el misterio divino. Así pues, Jesús en su ascensión no hace un viaje a las estrellas, sino que entra en el misterio de Dios. Su irse es más bien un venir, un nuevo modo de cercanía y presencia permanente entre nosotros. Puesto que no está ahora en ningún sitio, puede estar presente en todo lugar.
El segundo movimiento de este domingo se centra en la misión de los discípulos: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1,11). Ellos deben volver a Jerusalén para recibir el Espíritu y ser sus testigos hasta los confines del mundo (Hch 1,8). Sus seguidores deben ir y hacer discípulos a todas las naciones (Mt 28,16-20), como invita Jesús en el evangelio.
Presencia del Resucitado y evangelización de los pueblos, ascensión y misión, en este fecundo binomio radica el misterio cristiano del tiempo presente.
Preguntas:
1. La ascensión nos invita a alzar la mirada hacia arriba, ¿deseas y buscas el cielo? ¿Cuentas con Dios en tu vida?
2. ¿Sientes la presencia de Cristo resucitado, a través de su Espíritu en tu vida? ¿Eres testigo misionero de su evangelio?
3. La carta a los Efesios nos anima a considerar la esperanza a la que hemos sido llamados. Medita la belleza y profundidad de la fe en que crees.