Solemnidad de la Santísima Trinidad (Ciclo A)
Dios mandó su Hijo al mundo, para que se salve por él
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Juan 3, 16‑18
Comentario bíblico de Miguel Ángel Garzón
Ex 34,4-9; Dn 3,52-56; 2Cor 13,11-13; Jn 3,16-18
Las lecturas nos sitúan cara a cara ante el Dios Trinidad. El relato del éxodo nos lleva a la montaña del Sinaí, donde sube Moisés con dos nuevas tablas de la alianza al encuentro con Dios, después de que el pueblo se hubiera hecho el becerro de oro. Allí, Dios proclama la que es su definición más profunda y densa en el Antiguo Testamento. Sus rasgos son el amor misericordioso y compasivo, paciente y fiel. Moisés pide a Dios que siga acompañando al pueblo y lo perdone. La sucesiva lectura del relato así lo evidencia al sellar la alianza sobre la montaña. Por eso, a él la gloria y alabanza por los siglos (salmo).
La respuesta a la petición de Moisés se hace patente en el evangelio, mostrando cómo este amor misericordioso de Dios a la humanidad se ha manifestado y hecho visible en su Hijo Jesucristo. Nicodemo, buscando la luz auténtica de la fe, fue al encuentro de Jesús, al que consideraba un maestro especial. Jesús, entonces, le sitúa ante la verdad: él es el Hijo de Dios que ha sido enviado para que el que crea en él se salve, tenga vida eterna y no perezca. En sus palabas Jesús habla de la obra de Dios con la humanidad, una historia de salvación y no de condenación, de amor y no de odio, de vida y no de muerte. Nicodemo, y todo ser humano, han recibido de Dios la libertad para acoger o rechazar esta oferta de vida plena.
El apóstol Pablo al cerrar su carta a los corintios, dando los últimos consejos para el buen funcionamiento de la vida comunitaria, termina con una frase que nos sumerge en la esencia de este misterio trinitario: el amor de Dios, la gracia del Señor Jesús y la comunión del Espíritu Santo.
- ¿Coincide tu imagen de Dios con los rasgos que muestran las lecturas? ¿Cómo lo definirías tú?
- ¿Has experimentado lo que Jesús dice a Nicodemo: que Dios ama al mundo y quien cree en su Hijo tiene vida plena? ¿Por qué?
- Repasa las indicaciones finales de Pablo, ¿cuál debes potenciar en tu vida comunitaria eclesial?