Teresa nos ha enseñado con su vida que es posible perdonar

Teresa nos ha enseñado con su vida que es posible perdonar

Homilía de Monseñor José Ángel Saiz Meneses en la Misa exequial en sufragio de doña Teresa Barrio Azcutia, madre de Alberto Jiménez-Becerril. Tanatorio S-30, 24 de noviembre de 2024. Lecturas: Rom 8, 31b-35,37-39; Salmo 22; Mt 5, 1-12. 

  1. “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? En todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado” (Rom 8, 35.37). Estas palabras de san Pablo expresan la esperanza cristiana y la confianza en el amor que Dios nos tiene. Este es el fundamento de nuestra seguridad, que Dios está con nosotros y nos ama hasta el extremo de entregarnos a su propio Hijo.
  2. Queridos hermanos y hermanas presentes en esta celebración: sacerdotes concelebrantes, diáconos; hijos, nietos, familiares de nuestra hermana Teresa; autoridades y representantes de instituciones; queridos todos.
  3. El amor de Dios se ha manifestado en el amor de Cristo, que se ha entregado por la salvación de todos. Este amor es la fuerza que nos libera del pecado y de la muerte. A lo largo de la vida se hacen presentes no pocos peligros y asechanzas: tribulaciones, angustias, violencias, odios, pero de todo ello salimos victoriosos con la ayuda de aquel que nos ha amado. Vivimos en una esperanza que se abre camino sin que nada ni nadie la pueda detener, seguros en el amor de Dios que se manifiesta en Cristo Jesús. Nada puede separarnos del amor de Dios.
  4. Nuestra hermana Teresa experimentó este amor de Cristo capaz de darle fuerza en la debilidad de perder lo más querido, luz en la oscuridad del dolor más hondo; un amor capaz de serenar el corazón. Nació en Madrid en 1931. Casada con Francisco, madre de 3 hijos: Paco, Alberto y Teresa. Una mujer luchadora, que no se rendía ante nada, y que recibió el mayor golpe que puede sufrir una madre: perder a un hijo, a su hijo Alberto, asesinado por la organización terrorista ETA el 30 de enero de 1998, junto a su esposa Ascen. Ellos tenían 3 hijos, Ascen, Alberto y Clara, a los que les fueron arrebatados sus padres, y su abuela Teresa se hizo cargo de ellos.
  5. Los educó con una total dedicación, con un amor inmenso, con una enorme fuerza de voluntad. Supo hacer que el bálsamo suave del amor fuera curando aquellas heridas tan profundas de modo que el odio y la sed de venganza no anidaran en el corazón de aquellos niños. Amor y perdón son palabras fáciles de pronunciar, pero es muy difícil llevarlas a cumplimiento en la vida, también en la vida de un creyente, sobre todo en circunstancias tan dolorosas. Nuestra hermana Teresa nos ha enseñado con su vida que es posible perdonar, que es posible llenar la existencia de amor y ternura, con la gracia de Dios, con la ayuda de María santísima. En Sevilla nunca olvidaremos su coraje, su fortaleza; su ejemplo permanecerá indeleble en nuestra memoria.
  6. El camino de su vida ha estado jalonado por el sufrimiento, pero más grande ha sido el amor, y más profundo ha sido el gozo; sobre todo, en el final de su peregrinación, en la que ha estado rodeada de tanto cariño de su familia. De profundo sentido religioso, a pesar de la adversidad inculcó a sus hijos y nietos los valores cristianos de la solidaridad, el amor a los demás y el perdón. Su devoción se centraba en María santísima de la Esperanza Macarena, en Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y en la Virgen de los Reyes, cuyas imágenes la han acompañado en la cabecera de su cama hasta el momento del traspaso a la casa del Padre.
  7. La suya ha sido una vida entregada hasta el final. Como el grano de trigo, que si cae en tierra y muere da mucho fruto, del mismo modo sucede en nuestra vida, que sólo tiene sentido desde la donación, la entrega, el gastarla y desgastarla hasta morir y dar un fruto abundante. No tiene sentido reservarnos para poder vivir muchos años, porque no se trata de añadir años a nuestra vida, sino vida a nuestros años. Vivir la vida intensamente, desde el amor, desde la donación de sí mismo. Y vivir los años que Dios quiera. Así lo ha hecho Teresa, con sentido, con fuerza, llenando su vida de amor y de perdón, luchando incansablemente por la justicia y la verdad.
  8. La muerte de Cristo en la cruz y su resurrección gloriosa constituyen el centro de la historia, que gracias a él se convierte en historia de la salvación. Este es el núcleo de nuestra fe, que nos abre un camino de esperanza. Ciertamente, la muerte es un misterio y a la vez es el final de la etapa que vivimos aquí en la tierra. Pero Cristo ha resucitado, ha vencido a la muerte y nos ha abierto el camino de la resurrección. Esta es la realidad que llena de esperanza el corazón de los creyentes, esta es la fe que la santa madre Iglesia nos transmite.
  9. La resurrección de Cristo es principio y fundamento de nuestra propia resurrección. Porque el amor de Dios es más fuerte que la muerte y también nuestro amor tiene que serlo, con la gracia de Dios, aunque a veces tengamos la sensación de que no nos llegan las fuerzas. En este punto nuestra hermana Teresa nos deja un gran ejemplo, un gran legado, un gran tesoro. A Jesús, crucificado por los hombres, Dios lo ha exaltado como Salvador. Desde Cristo resucitado se nos revela el futuro que puede esperar el ser humano, el camino que lleva a su plenitud y la garantía última ante la injusticia y la muerte.
  10. 10. “¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?  En todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado” (Rom 8, 35.37). Con esta celebración encomendamos a nuestra hermana Teresa al Señor; le pedimos que la acoja en el banquete eterno, entre los bienaventurados, felices ya para siempre. Que descanse en la paz y el amor de Dios, que interceda por nosotros. Ofrecemos esta Eucaristía por su descanso eterno y por nosotros, para que sigamos peregrinando fielmente hacia la casa del Padre, para que nos consolemos mutuamente con palabras de esperanza. Que así sea.

 

Fotografía portada: Fundación Alberto Jiménez-Becerril.

Fotografía post @ArzobispoSaiz: Teresa Barrio, con su hija Teresa Jiménez-Becerril, en una imagen de 2011.CARLOS MÁRQUEZ. El Mundo.


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