Tres momentos de la muerte de Cristo
CRISTO DE LA CONVERSIÓN DEL BUEN LADRÓN
Poco antes de su muerte, cuando no tenía mucho tiempo para hablar, realizó Cristo uno de sus grandes milagros morales: La conversión del buen ladrón. Dice el Evangelio de Él que pasó haciendo el bien (Hech. 10, 38) y en sus últimos momentos siguió haciendo lo mismo. Esta vez realizó el milagro de la conversión de un ladrón, que abrió su corazón a la gracia que le llegaba de su compañero de suplicio. No fue necesario esperar a que volviera como rey, sino que a la petición del ladrón; Vuelve a darme tu corazón, recibió la respuesta de Cristo: Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso. Este es el momento que Juan de Mesa dejó esculpido en la imagen del Cristo de la conversión del buen ladrón. Y lo hizo reproduciendo el rostro del Gran Poder crucificado, que realizó el mismo año de 1620.
EL CACHORRO
Francisco Antonio Ruíz Gijón (1653-1720) fue capaz de expresar en madera el último aliento de Cristo en su expiración. Se empina, apoyándose en sus pies clavados, para exhalar el Espíritu: el último don que culmina la obra de la Redención. Al mirar el rostro expirante de Cristo, nos parece escuchar el aliento con que entrega del Espíritu Santo a la Iglesia: era lo más que nos podía dar, conseguido por su muerte en cruz. En cuanto hombre, mucho le costó a Cristo aceptar la muerte (Heb. 5,7) pero el amor venció a la misma muerte.
CRISTO DE LA BUENA MUERTE
Fue el mismo año de 1620 en el que Juan de Mesa esculpió también el prodigio de la muerte de Cristo en la cruz. Al fijarnos en esta obra, nos parece increíble que las manos del artista sean capaces de llegar a tanto… En esta imagen de Cristo muerto están expresadas la serenidad y la paz que alcanzó al entregarlo todo: no le quedaba nada más que dar. La realidad de la muerte, que siempre es tan dura, en esta imagen se hace buena. Esta bondad de la muerte es la que aparece en esta imagen. El mismo Juan de Mesa, que en otras obras había sido capaz de manifestar la fuerza del dolor y el sufrimiento, en este Cristo de la Buena Muerte nos ha dejado la expresión de una serenidad que deja la aceptación de la voluntad de Dios.
Tres momentos de la muerte de Cristo: haciendo el bien hasta el final, dándosenos todo en el último aliento, y haciendo a la muerte buena en la serenidad de la divinidad que parece quedarnos para siempre en las manos de Dios.
Fernando Gª Gutiérrez, S.J
Delegado diocesano de Patrimonio Cultural.
Nota: Este artículo fue publicado en la edición nº 16 de Iglesia en Sevilla. Por error, se enumeraron mal las fotografías 1 y 2, correspondientes ,la primera, al Cristo del Cachorro y, la segunda, al Cristo de la Conversión del Buen Ladrón. Lamentamos la confusión.
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