Un nuevo hijo: un regalo de Dios
«El nacimiento de un niño siempre es motivo de alegría y esperanza. Los hijos son un don y cada uno tiene un valor inmenso y es único e irrepetible». Ante la noticia publicada en los medios de comunicación en estos días del nacimiento en Sevilla -mediante las técnicas de diagnóstico genético preimplantatorio y de fecundación in vitro- de un bebé que permitirá salvar a su hermana de una enfermedad hematológica, desde la Delegación de Familia y Vida queremos recordar que ningún hijo debe considerarse un “bebé medicamento”.
La vida de un hijo “no es un complemento o una solución para una inquietud personal. Es un ser humano, con un valor inmenso, y no puede ser usado para el propio beneficio. Entonces, no es importante si esa nueva vida te servirá o no, si tiene características que te agradan o no, si responde o no a tus proyectos y a tus sueños” (Amoris laetitia, 170).
Las técnicas médicas actuales que pueden intervenir en el comienzo de la vida son habitualmente presentadas como un gran logro de la sanidad, un éxito de la ciencia o un orgullo para toda la sociedad. Pero estas técnicas pueden tener el defecto de instrumentalizar la vida humana, de reducirla a un objeto de deseo o de necesidad. Y en esta lógica, el fin justifica los medios.
Las técnicas de diagnóstico genético preimplantatorio llevan aparejadas la selección de un embrión según una serie de características (un embrión “sano”) y el descarte del resto de embriones (embriones “enfermos” o embriones sanos que llevan el defecto de la enfermedad en sus genes). Es la selección “a la carta”.
Como nos recordaba el Papa Francisco: “Cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el momento en que es concebido se cumple el sueño eterno del Creador. Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido. Hay que mirarlo con esos ojos de amor del Padre, que mira más allá de toda apariencia.” (Amoris laetitia, 168). La eliminación de embriones supone la imposibilidad de su nacimiento y por ello el rechazo a acoger esas nuevas vidas. No se elimina la enfermedad sino a los sujetos enfermos.
Las intervenciones técnicas sobre el nacimiento de la vida platean una serie de dilemas éticos que deben ser abordados no solo desde un punto de vista racional o utilitarista. La responsabilidad moral y la fe también tienen mucho que decir. La cuestión fundamental que se plantea es “si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios” (Caritas in veritate, 74). La familia cristiana, como lugar de acogida de la vida, siempre recibe la vida como regalo de Dios.
Delegación diocesana de Familia y Vida