Una comunión de cuento… de hadas
Circula en un medio local hoy la noticia de una niña que llegó este pasado fin de semana a la iglesia del colegio de la Sagrada Familia de Utrera para su comunión, subida a una carroza de princesa de Disney. «Una comunión de cuento de hadas», titula la noticia el periodista, a un paso entre el estupor y la discreción en su forma de tratar el acontecimiento. Pueden ir al enlace de la noticia pinchando aquí.
Justo a un punto entre la cursilería, y la irreverencia lamentable contra el mismo sacramento que la niña va a tomar. Causa su mijita de vergüenza ajena y no poco de hastío ver semejante imagen contra la que la misma Iglesia casi nada puede hacer, sino poco más que desautorizar que una carroza, o una limusina, que de todo hay, lleguen hasta la puerta de la parroquia. Con la excusa de las comuniones, los bautizos, las confirmaciones o las bodas, nos vemos justificados para toda clase de excesos, y llega la cosa a un punto en el que el exceso se acaba convirtiendo en vulgaridad, y la vulgaridad en grave pecado. Flaco favor le hacen sus padres a la pequeña: precisamente convertir un sacramento en un espectáculo es insultar al mismo sacramento y más, en la Comunión, justo cuando durante los dos años anteriores a la pequeña se le deben haber inculcado otros valores, principios e ideas. No seré yo quien les haga el examen de conciencia a estos padres, pero sí me atrevo a transmitirles mi reflexión personal.
El espectro de ordinarieces e irreverencias contra los sacramentos es muy amplio. En estos últimos meses, por mi propia experiencia personal con el matrimonio, he tenido oportunidad de conocer verdaderas barbaridades en este ámbito, algunas auténticamente sorprendentes, como una novia llegando a la iglesia subida a una carroza de cabalgata de Reyes Magos, con un escote cuando menos impropio; hace unos meses me comentaban padres que habían dispuesto contratar una limusina para recoger a sus hijas tras recibir el sacramento de la confirmación; colegiales que tras recibir la confirmación, lo celebran por todo lo alto en una noche de juerga y borrachera… O ponemos coto a este tipo de exceso, o mucho me temo que habrá que administrar los sacramentos a los catequizados realizando verdaderos cursos masters de varios años y estableciendo por parte de la Iglesia algún tipo de mecanismo que invalide el mismo sacramento en caso de semejantes irreverencias. Lo digo desde el bochorno y la vergüenza ajena, entiéndase…
Los sacramentos tienen una vertiente social lógica e innegable: en realidad son los momentos cruciales de la vida de la persona, momentos en los que Dios quiere también estar presente para convertirlos en sagrados y hacerse parte con cada uno de nosotros en esos instantes de transición y pasos de madurez en nuestras vidas. En el sacramento del Bautismo se percibe esa trascendencia con especial significación, toda vez que representa el momento crucial de nuestra llegada a una comunidad que nos acoge. En la Comunión quizás es menos perceptible esa significación social, y lo digo en términos de reflexión puramente personal, pues es el sacramento en el que se unen el momento del encuentro con Dios en el paso adolescente de nuestra evolución hacia la madurez. Convertir este momento en una farsa, en una pura representación teatral, con carroza de Disney, vistiendo a una niña de princesita, o a un niño de capitán de la marina mercante, se sustrae precisamente ese momento de madurez y evolución, llevando a los niños a una falsa representación de lo que se hace en el sacramento, y tirando por tierra todo el trabajo realizado en la catequesis que durante dos años antes debe haber venido recibiendo. Me temo que la catequesis habría que darla, y exigir cumplirla, a los padres, que en su desconocimiento o en su falta de respeto al mismo sacramento que va a recibir su vástago, consienten vulgarizar este momento crucial de su vida alejándolo gravemente de su verdadero significado.
Hace aproximadamente dos años, la Iglesia de Sevilla aprobó un nuevo Directorio Diocesano de la Iniciación Cristiana. Me consta que tuvo cierta contestación a algunos niveles, sobre todo por establecer determinadas exigencias en el proceso catequético previo a la toma de cada sacramento, y por los requisitos más determinantes que se han establecido para poder realizarlos, administrarlos o recibirlos. A la vista de estas situaciones, se hace tanto más necesario aplicar con claridad y sin ninguna duda cada punto establecido en el nuevo Directorio, aunque mucho nos tememos que debería empezarse a dar catequesis a los mismos padres. El problema real es que la Iglesia no tiene medios ni posibilidad de evitar ciertas cosas, sobre todo las que se hacen más allá de la puerta de la parroquia. Insto desde aquí a todos a una profunda reflexión sobre este tipo de excesos, a todas luces innecesarios e irreverentes, destructores del significado del mismo sacramento. Es urgente que los cristianos nos concienciemos de la trascendencia de cada sacramento y su importancia en nuestras vidas, para preservar su dignidad y ser exigentes entre todos y frente a todos, en su administración.
3 comentarios
Por favor investiguen a los padres para ver cómo ganan el dinero y si pagan a Hacienda.
Me parece muy acertada la reflexión desde el principio hasta el final. A mi me parece personalmente vulgar, ‘hortera’ e inapropiado para un sacramento. Sin embargo, hecho en falta alguna crítica a los excesos cometidos también por muchos romeros en fiestas que son religiosas y están convertidas en verdaderas juergas (al menos, es la imagen proyectada). Y es que si hay personas-romeros con verdadera fe, se generaliza de forma que todos caen en el mismo saco
echo en falta, perdón por la falta