Una cuestión de dignidad
En sus inicios, Cáritas nace en un contexto de crisis, donde la clave era repartir ayuda y cubrir las necesidades de alimentación de las personas y parece que el tiempo no ha pasado. Muchas son las crisis, y Cáritas sigue en primera línea respondiendo a las necesidades básicas de las personas y familias para poder asegurar una vivienda digna, salud, empleo, vestido y alimentación, pero igual que la vida, la sociedad y nosotros evolucionamos, la intervención social también lo ha hecho.
Siempre hay muchas necesidades que cubrir y a las que dar respuesta, sin embargo, si no existe un verdadero encuentro con el hermano, de nada sirve. Cáritas es el ejercicio de la caridad, de darse y acompañar a la persona para que recupere su autonomía y viva de la forma más digna posible, y eso solo lo conseguimos a través del acompañamiento. Un acompañamiento centrado en los procesos, no en los objetivos, en identificar cómo la persona puede ir por ella misma dando respuesta a sus propias dificultades, no en ver un resultado inmediato y donde las ayudas son un medio y no el fin. El fin siempre es la promoción de la persona.
El voluntariado de Cáritas se implica en el cuidado de los hermanos en situación de pobreza, de los más vulnerables y los que más sufren, desde el convencimiento de servir y responder a la llamada de Dios en la realidad de los pobres, donde Cristo se hace presente en el encuentro. Por lo que reducir nuestro servicio y misión a la gestión de ayudas a lo material, no responde a la misión a la que fuimos llamados. Se nos invita, por supuesto, a atender las necesidades básicas, pero sin olvidar el encuentro, el sentirnos en crecimiento y aprendiendo de los demás en el proceso de ayuda y promoción, y sin olvidar la denuncia de las causas injustas que generan el sufrimiento de nuestros hermanos.
Para Cáritas, la cobertura de la alimentación no es dar respuesta a una necesidad básica, es mucho más, queremos cubrir la necesidad más imperante de las personas, pero no como una mera asistencia, sino como un derecho fundamental que la persona tiene, por el que las administraciones públicas deben velar.
Por eso apostamos por que los procesos de atención y de acogida sean dignos, que promuevan la autonomía y la capacidad de elegir y decidir lo que quieren comer. Esto nos ha llevado a Cáritas a repensar la forma en que ayudamos en materia de alimentación a las personas, trabajando con otra metodología que permita un mayor grado de integración, algo que canalizamos, por ejemplo a través de tarjetas monedero que faciliten que las personas puedan comprar en el comercio de su barrio, como cualquiera de nosotros, eligiendo la comida que les guste y de acuerdo a sus necesidades, respetando así las preferencias y la organización de cada hogar, favoreciendo la autonomía, y dando un mensaje claro: que confiamos en el otro y normalizamos hacer la compra, como lo hacemos todos.
Nos queda camino que recorrer, pero tenemos muchas posibilidades de contribuir a la integración, a la dignidad de las personas y la construcción de un mundo más justo, llevando el amor de Dios a los hermanos que más lo necesitan.