Urgente: Fake News
Circula por los mentideros digitales la noticia, a duras penas cierta, de que nuestro anterior presidente de Gobierno, pareciera ya lejano y hace sólo unos días que se fue, se reincorpora a otra vida profesional. Unos dicen que es una fake news, otros que se trata de una noticia verdadera convertida en falsa, manipulando la realidad de la realidad, la noticia de la noticia, hasta el extremo de que ya nos hacen dudar sobre qué habrá de cierto en el hecho, al menos aparente, en la noticia real. No valoro el hecho en sí, sino las confusiones que se han generado en torno al hecho, y las reflexiones a que invita éste, como ya por demasía más hechos de la cuenta de los que leemos en los medios, deberían invitarnos a hacer algunas hondas reflexiones.
Con este tipo de noticias, deberíamos reflexionar en varias cuestiones: la primera, que para posicionarnos a favor o en contra, haya de partir de un «conste que yo no lo voté» o un «no ha sido de mi agrado«… etc. Es decir, que haya que posicionarse contra la mayor antes de analizar la menor. Es la muestra de una sociedad tan polarizada y con las opiniones tan mediatizadas, que a veces asusta, a veces cansa. Asusta pensar que ante cualquier cuestión social haya que expresar precauciones, que lo son siempre de tipo interesado, evidencia de que lo Político nos tiene en una división, un enfrentamiento constante que a nadie interesa salvo a quienes lo provocan o mantienen. Urge superar una sociedad tan dividida por unos grupos sociales cuyas ideologías dejan tanto que desear y que causan tanto más perjuicios que beneficios a la ciudadanía.
La segunda reflexión es que esa polarización nos impide ver lo bueno o lo malo de cada situación. Nuestra ecuanimidad deja mucho que desear. Estamos tan condicionados por ese enfrentamiento partidista inoculado, que nos es difícil sustraernos a él, y analizar con indiferencia emocional el valor positivo o negativo de cada hecho. Tanto más grave si tenemos en cuenta que un día de estos tendremos que volver a votar a una elecciones y nos veremos condicionados a emitir un voto más mediatizado por emociones que por reflexiones vinculadas a las necesidades de todos y al bien común. Los partidos lo saben, y por eso nos atizan constantemente con ese enfrentamiento social. Recuerden aquellas palabras de Zapatero, en una entrevista de televisión con Iñaki Gabilondo, refiriéndose a la conveniencia de que hubiera tensión en la sociedad: da votos, desgraciadamente. Todos los partidos saben que el enfrentamiento nos moviliza, que acudimos a votar cuando sentimos amenazado nuestro acomodamiento.
La tercera reflexión, corolario de las dos anteriores, tiene que ver con las noticias falsas, lo que ahora horriblemente denominan «fakes news«, con esa aceptación común de cualquier anglicismo como si fuera término novedoso y actualísimo. Se está poniendo de moda referirse al libro de María Elvira Roca Barea, «Imperiofobia y leyenda negra«, como muestrario de fakes de ayer, hoy y siempre, si bien las noticias falsas son tan antiguas como la Humanidad. Los cristianos deberíamos ser especialistas en detectar fake news: en su «Apologeticus pro Christianis«, en pleno siglo III después de Cristo, Tertuliano, Padre de la Iglesia sin canonizar por su inclinación al montanismo herético que solo por llamarse así ya debería ser nombrado patrón de los tertulianos de la tele y la radio, notificaba las mentiras que corrían contra los cristianos por aquél entonces, como “que en la nocturna congregación sacrificamos y nos comemos un niño; que en la sangre del niño degollado mojamos el pan y empapado en la sangre comemos un pedazo cada uno; que unos perros que están atados a los candeleros los derriban forcejeando para alcanzar el pan que les arrojamos bañado en sangre del niño; que en las tinieblas que ocasiona el forcejeo de los perros, alcahuetes de la torpeza, nos mezclamos impíamente con las hermanas o las madres…” A los cristianos se nos presentaba como caníbales, incestuosos, estupradores de la mundanidad y hasta pirómanos del Imperio, gracias al mismo y desequilibrado Nerón allá por el año 64, como cuenta Tácito en el siglo I en sus Anales.
Nihil novus sub sole, desde luego. El problema de las fake news hoy día, falsedades convertidas en noticias, para crear estados de opinión o realidades favorables a unos colectivos u otros, no es más que su facilidad de difusión, extensibilidad, que con los nuevos medios de comunicación, hacen imparable e incontenible cualquier bulo. Es como la foto esa de un crío que necesita un «trasplante de páncreas y su padre Miguel atiende en el teléfono XXX XXX XXX«, que circula por Whatsapp desde hace años, y antes lo hacía por los mails spams de todo el mundo de habla castellana: el crío debe estar ya cobrando su pensión de jubilación, a juzgar por los años que hace, pero su foto y falsa urgencia, sigue circulando por internet, y lo seguirá haciendo, per saecula saeculorum.
Las fake news se basan en nuestra pereza para realizar una mera comprobación de su veracidad. Se basan también en nuestras emociones, porque es más fácil identificarse con aquello que nos conmueve, porque a «la gente le gusta sentir, sea lo que sea«, como escribió Virginia Woolf. Otro método común es algo que hasta Ortega señaló atinadamente desde su perspectivismo tan subjetivo, ‘se da a lo insignificante una grotesca importancia, y, en cambio, los hechos verdaderamente representativos y esenciales apenas son notados‘. No obstante, debería preocuparnos especialmente esa capacidad circulatoria de las noticias falsas, su eternidad en las redes, hasta el punto de acaban sustentando una mentira de generación en generación. A pesar de Goebbels, una mentira no se hace verdad a fuerza de repetirla, pero por desgracia sí que condiciona la voluntad de todos aquellos que la creen amparados en su pereza y emotividad, incluso en la subjetividad de nuestras percepciones personales, para darla por verdadera. Cada día nos asuelan más y más noticias falsas, en una espiral contra la Verdad que nos debería llevar, nos está llevando, a dudar constantemente de todo, por lo que deberíamos preguntarnos el «quid prodest«, a quien beneficia, este estado de las cosas: a quién puede interesar que vivamos permanentemente en enfrentamientos basados en mentiras.
No tengo respuesta para esa última pregunta. Sólo una reflexión: la Democracia se basa en la suma de voluntades de la ciudadanía. La Voluntad se forma por muy diferentes convicciones, creencias, elementos y criterios. Una Voluntad mal formada emite un voto del mismo valor que el de una Voluntad bien condimentada. La Democracia sustentada sobre voluntades mediatizadas, falseadas, deformes, no es tal democracia, es una mentira…
Una reflexión final: a finales del siglo XIX, la entrada de Estados Unidos en la Guerra de Cuba fue fruto de las mentiras de los principales periódicos norteamericanos, sobre todo por la campaña contra España iniciada por William Randolph Hearst a través de su imperio periodístico, con la sola intención de vender periódicos, aunque también para favorecer la intervención norteamericana en la colonia española. Éste, como muchos otros, es un buen ejemplo de cómo las noticias falsas se cuecen y desarrollan con mayor facilidad en períodos bélicos, y, por ende, cuanta más falsedad se destila en los medios, mayor es el enfrentamiento social, perceptible o latente. Los períodos bélicos son el mejor caldo de cultivo para la información falsa. Deberíamos reflexionar si la extensión y multiplicación de fake news es una llamada de atención, un signo de los tiempos que nos avisa de hacia dónde nos dirigimos imparable y lamentablemente si no ponemos límites, y construimos una realidad sustentada exclusivamente en la Verdad…
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Gracias por suscitarme esta reflexión y que me confirma una decisión que venía rumiando. La Epístola de Santiago nos dice que «solo somos un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece». Tomemos buena nota y tengamos bien en cuenta para ponemos límites, y construir una realidad sustentada exclusivamente en la Verdad. Es por esto también —lo estoy anunciando a mis habituales compartidores en wasap—, que voy a restringir mi uso solo y exclusivamente para comunicados de contenidos personales y que me abstengo de todo lo que no sea eso. Creo que estamos llegando a una dependencia muy tóxica, a una nueva forma de esclavitud robándonos algo tan preciado e irrecuperable como es el tiempo, en contra de lo que Proust pudiera pensar. Dios es dueño de mi y de mi tiempo y cuando soy verdaderamente consciente de ello logro no desperdiciarlo ya que solo soy un siervo administrador. No quiero olvidar el valor del tiempo que pasa. No sabemos cómo o si será nuestra vida mañana. Sé que el tiempo es corto ¡ya solo quiero redimirlo! Amén.