V Domingo de Cuaresma (ciclo B)
Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto
En aquel tiempo entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: “Padre, líbrame de esta hora”. Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo». La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
Juan 12, 20-33
Comentario bíblico de Pablo Díez
Jr 31,31-34; Sl 50, 3-4. 12-13. 14-15; Hb 5,7-9; Jn 12,20-33
El modo de representar el tiempo es una categoría central en los relatos bíblicos. En el flujo temporal donde se van desgranando los acontecimientos, los autores sagrados introducen expresiones clave para que los lectores perciban “el tiempo que cuenta”. Así, en Jeremías la locución “aquellos días” marca un período crucial en la historia de Israel: la alianza definitiva. Del mismo modo, la “hora de Jesús” es el acontecimiento anunciado en las bodas de Caná (Jn 2,4) y en otros puntos estratégicos del relato (Jn 7,30; 8,20) que se hace efectivo en Jn 12,23, aludiendo a la Pasión que es presentada como glorificación a través de la alegoría del grano de trigo, según la cual solo de la muerte puede nacer vida en abundancia.
De ahí que en el “Getsemaní joánico” (Jn 12,27-28) la cuestión sobre qué oración debe pronunciar Jesús no gravita, como en los sinópticos y en la carta a los Hebreos (Mc 14,32-42; Mt 26,26-46; Lc 22,39-46; Hb 5,7), en torno posibilidad de ser librado del momento angustioso que se avecina, sino en descubrir el estatus privilegiado de esa hora, rezando para que, a través de su muerte, la presencia de Dios entre los hombres se manifieste y sea plenamente reconocida. La pertinencia de esta oración se ve avalada por la mismísima voz del Padre. La muerte – elevación de Jesús, que lo cualifica como autor de salvación eterna (Hb 5,9), no solo hará que el pueblo de Israel reconozca definitivamente al Señor, sino que extenderá tal conocimiento a todos los pueblos.
Orar con la palabra.
- La hora de Jesús, el tiempo definitivo.
- El Padre glorificado por la cruz de Cristo.
- La elevación del Hijo que atrae a los hombres al conocimiento de Dios.