XIII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)
El que no carga con su cruz, no es digno de mí. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».
Mateo 10, 37‑42
Comentario bíblico de Antonio José Guerra
2Re 4,8-11.14-16a; Sal 88; Rom 6,3-4.8-11; Mt 10,37-42
Las lecturas de este domingo nos dirigen la atención hacia la hospitalidad. La primera lectura nos relata a una mujer que presiente que tiene que acoger en su casa con su marido a un hombre de Dios, al profeta Eliseo. Esta hospitalidad no pasó sin dejar huella: a pesar de ser estéril, al año siguiente tendrá un hijo. La apertura a Dios abre a esta familia a una realidad nueva llena de vida, del que el salmo se hace eco “cantaré eternamente las misericordias del Señor”
La segunda lectura desarrolla el tema de la hospitalidad, pero desde el punto de vista de Dios hacia el hombre. Por el Bautismo nos incorporamos misteriosamente a una realidad nueva, ya que Dios nos acoge por medio de la entrega amorosa de su Hijo. Dios, por puro amor, quiere asumir nuestra realidad y se hace uno como nosotros, parar poder transmitirnos su VIDA. Jesús, al morir en la cruz, da muerte en ella al pecado de todos los hombres, y al resucitar posibilita el vivir en comunión con Dios. Por tanto, con el Bautismo se inicia una historia de vinculación que nos llevará a la VIDA ETERNA.
El evangelio hace hincapié en la relación que los apóstoles han de mantener con Jesús. El amor intenso hacia Él impulsará al discípulo a preocuparse incesantemente de aquellos que Jesús le ha confiado, de amar de corazón a los que Jesús ama. Si en el centro de la vida de los apóstoles no está la persona de Jesús, difícilmente podrán anunciarlo de manera convincente y terminarán por descuidar su misión.
Apuntes para la reflexión
- ¿Cómo procuro vivir en la vida nueva que me trae Cristo?
- Dios quiere hospedarnos, ¿cómo hacemos para hospedar a Dios en nuestra vida?
- Acoger la palabra de Dios como María: “el Verbo de Dios se hizo carne”