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XIII Domingo del Tiempo ordinario (Ciclo C)

Tomó la decisión de caminar a Jerusalén. Te seguiré adondequiera que vayas

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de caminar a Jerusalén.  Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.  Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».  Él se volvió y los regañó.  Y se encaminaron hacia otra aldea.

Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas».  Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».  A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».  Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».  Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».  Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Lucas 9, 51‑62

Comentario bíblico por Antonio Guerra

1Re 19,16b.19-21; Sal 15; Gal 4,31b–5,1.13-18; Lc 9,51-62

Jesús decide encaminarse hacia Jerusalén para consumar allí la misión que le ha encomendado su Padre. El primer versículo es fundamental para entender esta misión, confirmando que el evangelio comienza aquí una nueva sección. Ha llegado el momento en el que Jesús ha de consumar su propia Pascua, es decir, su «partida» de este mundo, su «paso» hacia el Padre. No se trata, por tanto, de un desplazamiento más, sino de un viaje que tiene como destino final al Padre, viaje que mostrará las exigencias necesarias para llegar a la meta, y todo bajo la perspectiva del misterio de la muerte y resurrección. No es casual que empiece este itinerario en territorio samaritano: la misión de Jesús está acompañada del rechazo del mundo. Ante la falta de hospitalidad de los samaritanos, Santiago y Juan tratan de que su maestro provoque un castigo divino contra sus enemigos, como hizo en su tiempo el profeta Elías (2Re 1,9-16). Sin embargo, Jesús desaprueba los métodos violentos y deja bien claro que quien quiera seguirle tiene que renunciar a la violencia y asumir su estilo de vida. Es así como comienza el camino hacia Jerusalén donde los discípulos, paso a paso, aprenderán del nazareno a cómo encaminarse hacia Dios, pero a la manera del Mesías de Dios. Contarán con la ayuda de alguien más exigente que los propios profetas: Elías no fue tan exigente como lo es Jesús con sus discípulos. Esta exigencia radica en la importancia de la misión, por eso Jesús no admite ninguna duda; los discípulos deben mostrarse prontos a seguirles, renunciando a todo. Contamos con la fuerza de Jesús que con su muerte nos ha liberado del pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios, capaces de renunciar a todo para amar como él nos amó.

Orar con la Palabra

  1. “Yo soy el Camino”: ¿dejo que Jesús guíe mis pasos?
  2. Jesús quiere cumplir una misión encomendada por Dios. Dicho cumplimiento le conlleva un gran sufrimiento ¿Por qué tanto sufrimiento?
  3. El estilo de Jesús va asociado a una apuesta radical por la paz y una entrega total por amor, ¿pongo la otra mejilla como nos lo manda el Maestro?

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