XXV aniversario de la coronación de la Virgen de la Estrella

XXV aniversario de la coronación de la Virgen de la Estrella

Homilía de Mons. José Ángel Saiz Meneses en la celebración del XXV Aniversario de la Coronación Canónica de María Santísima de la Estrella. 1 de noviembre de 2024. Santa Iglesia Catedral de Sevilla. Pontificia, Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de la Estrella, Triunfo del Santo Lignum Crucis, San Francisco de Paula y Santas Justa y Rufina. Lecturas: Solemnidad de Todos los Santos.

  1. Saludos.
  2. En el XXV Aniversario de la Coronación Canónica de María Santísima de la Estrella renovamos nuestro fervor y amor de hijos, y nuestro compromiso de fidelidad y agradecimiento hacia la Madre que en todas las circunstancias de la vida nos acompaña con su protección y amparo. En 1560 se fundó en Triana, en el convento de la Victoria perteneciente a los Frailes Mínimos de San Francisco de Paula, una hermandad de luz bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Estrella. Muchas son las fechas relevantes y significativas en cinco siglos de historia, permitidme recordar una: el 31 de octubre de 1999 el arzobispo de Sevilla Monseñor Fray Carlos Amigo Vallejo, coronó canónicamente la imagen de María Santísima de la Estrella en Solemne Pontifical celebrado en esta Iglesia Catedral. Han pasado 25 años, y ella nos sigue sosteniendo en la fe que hemos recibido de nuestros padres, y nos impulsa para transmitirla a los demás, en especial a nuestros niños y jóvenes.
  3. Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos, y contemplamos a María Santísima de la Estrella como Reina de todos los santos. Recordamos, en primer lugar, como el Señor encarga a Moisés que comunique a los israelitas este mensaje: «sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo» (Lv 19,2). Jesús hizo la misma llamada al final del sermón de la montaña, como recapitulación de toda su enseñanza: «sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). El apóstol san Pablo, en la carta a los efesios, al explicar el gran proyecto salvador de Dios, afirma que el Padre «nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuéramos santos e intachables ante él por el amor» (Ef 1,4).
  4. El Concilio Vaticano II puso mucho énfasis en la vocación universal a la santidad. Es la misma llamada para todos, cada uno en su estado de vida y ocupación concreta; es un camino que cada uno debe recorrer según el don que ha recibido y la misión que le ha sido encomendada. San Juan Pablo II recordó en la Carta Apostólica Novo millennio ineunte, que el camino pastoral en el tercer milenio debía situarse en la perspectiva de la santidad como fundamento de la programación pastoral que correspondía al iniciar el nuevo milenio. El papa Francisco ha vuelto a ponerla de actualidad con su exhortación apostólica Gaudete et exultate en la que destaca que la misión es el impulso más fuerte que puede encontrar la Iglesia para redescubrir su propia santidad y volver a escuchar la llamada a ser más santa.
  5. No cabe refugiarse en las limitaciones personales o en las dificultades externas para eludir esta llamada. Tampoco sirve la excusa de que, por tratarse de una meta tan extraordinaria, está reservada a unos pocos privilegiados, y resulta inalcanzable para la gran mayoría de cristianos. La llamada a la santidad concierne a todos los bautizados y debemos tener la valentía en primer lugar de escucharla, creerla y responder debidamente, y después, proponerla a los demás con convicción y con esperanza.
  6. En vuestras reglas tenéis definida la práctica del camino de la santidad. En primer lugar, a través de los cultos, de la oración, de la recepción de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, y de la escucha de la Palabra de Dios. En segundo lugar, a través de la formación, siempre necesaria para profundizar y dar razón de la fe y la esperanza. Y, por último, por medio de la caridad y la acción evangelizadora, que procede de la misma naturaleza del ser cristiano y del envío misionero de Jesús.
  7. En el proyecto de vida cristiana de la Hermandad y en la programación pastoral de la Iglesia hay un principio teológico esencial: La primacía de la gracia. Eso significa que los resultados no dependen de nuestras capacidades y esfuerzos. Recordemos el episodio de la pesca milagrosa, cuando los discípulos no han recogido nada después de haber estado bregando toda la noche (cf. Lc 5,5). Cuando Jesús acaba de predicar le dice a Pedro que reme mar adentro y eche las redes. Así lo hace, confiando en su palabra, y se produce la pesca milagrosa. Es el fruto de la humildad y de la fe, de la confianza en el Señor, de la acción de la gracia, y también de la respuesta generosa.
  8. En este camino de santidad María Santísima de la Estrella es nuestro modelo, y es modelo para la Iglesia. A pesar de los pecados y flaquezas de sus miembros, la Iglesia es la comunidad de los que están llamados a la santidad y se esfuerzan cada día por alcanzarla; y en esta lucha se sienten alentados por la Virgen, que es modelo de todas las virtudes. Contemplamos a María y nos alegramos por tener una Madre tan perfecta, tan llena de gracia, y nos esforzamos por imitar su perfección. María es toda santa, por eso en nuestra tierra la llamamos María Santísima.
  9. Celebramos el 25 Aniversario de la Coronación Canónica con toda la solemnidad y el amor de que somos capaces. Coronar una imagen de María significa aceptarla como Reina de cielos y tierra, y acogerla en nuestro corazón como Reina y Madre, como ejemplo a imitar en nuestra vida de cada día. Ella se levantó y se puso en camino tras la anunciación para ayudar a su prima Isabel; ella nos enseña a acoger el don de Dios y comunicarlo a los demás, siendo portadores de Cristo; ella es nuestro modelo para orientar la vida decididamente hacia Dios y hacia los hermanos, especialmente los más necesitados, poniendo sus necesidades por encima de las propias, buscando el amor y el servicio, el compartir y el encuentro con el otro.
  10. Ya vemos que nuestro mundo tiene muchos aspectos que mejorar, y nos duelen las situaciones de guerra y violencia en Tierra Santa, en Ucrania y en Sudán, y en tantos otros lugares. Hemos de orar incesantemente por la paz, sembrar paz, ser constructores de paz; también sufrimos a causa de las catástrofes naturales, como el temporal que ha asolado España y especialmente Valencia. Rezamos por el eterno descanso de los fallecidos, y hemos de ser solidarios en la reconstrucción de todo lo que ha sido arrasado. Como miembros de la Iglesia, vivimos en proceso de conversión continua. Es la hora de la fe, de la esperanza y la caridad. Como hijos fieles de María Santísima de la Estrella nos corresponde dar testimonio con la vida y con la palabra oportuna, llevar a los demás el Evangelio de Cristo, camino, verdad y vida; en este tiempo nos corresponde trabajar con determinación para construir una nueva civilización de amor, de justicia y paz, de solidaridad con los más necesitados. María Santísima de la Estrella camina con nosotros y nos lleva de la mano, y nos enseña a vivir como hijos de Dios.
  11. Hoy, en el 25 Aniversario de su Coronación Canónica, renovamos el firme propósito de que reine en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestra ciudad. Hoy le pedimos que ayude y proteja a todos los trianeros, a todos los sevillanos, a todos los fieles de la archidiócesis, del mundo entero, para que permanezcamos unidos a Cristo y demos frutos de amor. Ya sabemos que es difícil, y que nosotros somos pobres y pequeños, pero cada uno de nosotros tiene una misión, única e insustituible, que ha de llevar a cabo. En este día de fiesta damos gracias al Señor por el don de nuestra Madre, María Santísima de la Estrella, y queremos seguir caminando de su mano y bajo su protección. Ella nos enseña a seguir a Jesús por la senda del bien, de la humildad y el servicio, de la solidaridad y de la paz.

 

María Santísima de la Estrella,

joven humilde de Nazaret,

que cumpliendo la voluntad del Padre

avanzaste firme en el camino de la fe,

siempre al lado de Cristo, tu Hijo;

fuiste diligente con tu prima Isabel,

y solícita en las bodas de Caná;

sé luz que dirija nuestros pasos,

guía en las oscuridades y desalientos,

Estrella que oriente nuestro caminar

hasta que juntos lleguemos al gozo eterno

por los siglos de los siglos. Amén.

 


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