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XXVI domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)

Los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios

En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.

¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?». Contestaron: «El primero».

Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

Mateo 21, 28‑32

Comentario bíblico de Pablo Díez

Ez 18,25-28; Sal 24,4bc-5.6-7.8-9; Flp 2,1-11; Mt 21,28-32

En el texto de Ezequiel el hombre se define éticamente por su actitud presente frente al proyecto de Dios para él. Es cierto que los actos del pasado condicionan fuertemente e influyen en las decisiones actuales, lo cual hace difícil la conversión, el cambio de vida. Pero el profeta afirma que no es menos cierto que el hombre no hereda fatalmente su pasado, puede liberarse de él, superarlo. El mensaje de Ezequiel es optimista y exigente a la vez. Lo que determina esta posibilidad es la voluntad de Dios, que quiere la vida del hombre. De ahí la súplica del salmista que pide a Yahvé que le enseñe sus caminos (Sal 24,4), en el sentido bíblico que define camino como trayectoria vital de conducta. Es lo que en el evangelio viene expresado como “camino de la justicia”, vehiculado por la enseñanza del Bautista (Mt 21,31). La objeción expresada en Ez 18,25 puede venir de los que se han resignado al fatalismo, o de los que temen la exigencia de la conversión. Tal objeción se diluye porque no hay paridad en el doble caso malvado-justo (Ez 18, 21-22), justo-malvado (Ez 18,24), pues también el justo que se pervierte puede convertirse de nuevo y salvarse.

Esta dinámica se aprecia en la primera parte del evangelio con un hijo que, tras un rechazo inicial, recapacita y obra bien (Mt 21, 28-29), y el otro que, después de un conato de obediencia, actúa mal. Pero lo realmente sorprendente es la segunda parte. Los sacerdotes y los ancianos se presentan, no como gente inmersa en un proceso de conversión, sino como quienes no aceptaron el mensaje desde el principio, y tampoco lo hicieron a raíz del testimonio de quienes sí se convirtieron, dos grupos humanos de ínfima consideración en el sistema de valores ético-religiosos, descalificados religiosa y moralmente por los interlocutores de Jesús. Con lo que se cambia el acento, previniendo al lector del peligro más grave, la cerrazón a la conversión.

Orar con la Palabra

  1. Siempre en proceso de conversión.
  2. Instruidos en el camino de la justicia.
  3. La conversión de los otros, testimonio para la nuestra.

 

 

 


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