XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:
—«¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Estos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo:
—«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Comentario de Miguel Ángel Garzón
1Re 17,10-16; Sal 145; Heb 9,24-28; Mc 12,38-44
Las lecturas presentan el valor de la entrega de la vida. El evangelio contiene dos escenas en el templo enlazadas por la referencia a las viudas, en las que Jesús enseña modelos a rechazar o a seguir. Por un lado, Jesús advierte a la gente sobre el comportamiento de los escribas. Viven en la ostentación y buscan el reconocimiento y la adulación en cualquier ámbito de su vida (calle, sinagoga, banquetes). Además, y lo que es peor, utilizan su autoridad religiosa para expoliar a los pobres (viudas), con el pretexto de hacer oraciones.
Por otro lado, una viuda pobre se convierte en ejemplo a imitar. Jesús observa cómo los ricos van echando grandes cantidades en el cepillo del templo pero la viuda solo dos moneditas. Jesús aprovecha la ocasión para enseñar a sus discípulos sobre el auténtico valor de lo que se da a Dios: no es cuestión de cantidad sino de calidad. La viuda pobre ha dado todo lo que tenía para vivir. En esas dos monedas está presente toda su vida, que la ofrece a Dios, mientras que los ricos dan de lo que les sobra. La misma generosidad muestra la viuda pobre pagana de la primera lectura. Ofrece al profeta Elías del poco alimento que tienen para vivir ella y su hijo. Se abandona a la palabra de Dios que promete una contrapartida inagotable de alimento a contracambio de la donación. Y su generosidad obró el milagro, que los mantuvo con vida en tiempo de sequía.
Como ratifica la carta a los Hebreos, Jesús es el arquetipo de esta donación de la vida. Se ha ofrecido por entero al Padre, de una vez para siempre, y con su sacrificio ha destruido el pecado y nos ha dado vida eterna.